En algún lugar de la Ruta de la Seda, unos mercaderes interrumpieron su viaje para hacer noche en una posada. Cuando se disponían a amarrar a sus camellos, se percataron de que no había palo al que poder atar a uno de ellos.
Hace muchos siglos, uno de los muchos reyes del Imperio Persa tenía un sueño que se repetía con frecuencia. En él veía impávido como todos sus dientes se le caían en cuestión de minutos. Ofuscado, mandó llamar al mejor interpretador de sueños de toda Persépolis, al que contó su sueño rogándole que le explicase su significado.