Canis Lupus
Artículos / 04.Feb.2020Una vivencia de Alarico de Roque, ganadero.
La primera vez que la sentí cerca, todo el pelo de mi cuerpo se erizó como púas de puerco espín. Mis sentidos se agudizaron y comencé a oír, más y mejor, el viento del noreste. Una suave brisa que me susurraba el sonido de la maleza que ella pisaba, y que traía consigo un leve e irreconocible olor que impregnaba mis fosas nasales. Recorrí la estaca de madera con mis manos y sentí cada hendidura como si fuese el Gran Cañón del Colorado. MIEDO. Lo desconocido me había puesto en alerta, despertando mi más profundo instinto animal.