Gandería Laura Taboada, S.C. (Pontevedra): audacia recompensada

Un reportaje con Alberto y Rubén Hermida, de Gandería Laura Taboada, S.C. (Pontevedra).

Entre la Serra do Faro y el pueblo de Rodeiro se encuentra el Val de Camba, una zona de mucha producción agroganadera que en tiempos fue lugar de pazos y casas grandes y que, por alguna razón que ignoramos, pasa desapercibida a pesar de su extensión. Allí nunca sucede nada y, aunque es paso obligado para conectar buena parte del sur de Galicia con la capital, ni siquiera van turistas. Tal vez la sierra la hace invisible o tal vez el trabajo lo absorbe todo. Sea como sea, Alberto y Rubén Hermida Taboada han colocado la zona en el mapa de la lucha contra el vaciado rural poniendo en marcha algo muy distinto de lo que se venía haciendo, allí y en cualquier parte: la producción de huevos ecológicos con un sistema inédito.

Gandería Laura Taboada, S.C., se encuentra en el lugar conocido como Chousa do Veiga —Veiga es el apodo familiar—, en la parroquia de San Xoán de Camba y municipio de Rodeiro —Pontevedra—. La conversación que hemos mantenido con estos ganaderos compensa la extraña sensación que nos deja la llegada a su granja, a la que se accede por una pista de arena. Una concentración parcelaria que amenaza con eternizarse no permite que se asfalte, ni autoriza el paso de líneas eléctricas, por lo que lo primero que vemos es un enorme generador de electricidad que funciona con gasóleo. Todo esto sucede a menos de cien metros de un gigantesco aerogenerador, pero la electrificación y las concentraciones parcelarias siempre han sido un misterio en Galicia, y algún día habrá que hablar de las víctimas que han dejado por el camino.

Alberto nos recibe mientras recoge los huevos y los coloca en las cajas, un trabajo diario e inmutable que le permite hablar con fluidez de su actividad, responder a nuestras preguntas e incluso gastar alguna broma. Mientras su compañera, Patricia, hace de anfitriona y nos explica los pequeños detalles, su madre, Laura —que le da nombre a la ganadería— lidia con algunas gallinas renqueantes. Rubén se incorporará más tarde. Tal es la compenetración entre todos que en esta entrevista no hemos atribuido las frases a ninguno de ellos, porque todos reman en la misma dirección y ven el mundo rural de forma muy similar.

«Podíamos seguir con nuestros trabajos o buscar un proyecto propio, pero no queríamos ser uno más ni hacer lo que hacen todos. No valía la pena para estar en manos de una industria».

Partir de cero con unos objetivos claros

Teniendo en cuenta que tanto Alberto como Rubén ya tenían sus propios empleos en diferentes empresas agroganaderas, uno se pregunta cómo se decidieron a emprender un proyecto tan novedoso con los riesgos que conlleva: «Nosotros somos del mundo rural, vivimos siempre en él. Podíamos seguir con nuestros trabajos —Alberto aún lo hace— o buscar un proyecto propio, pero no queríamos ser uno más ni hacer lo que hacen todos. No valía la pena para estar en manos de una industria, eso está agotado, así que analizamos el hecho de que el consumidor demanda cada vez más productos ecológicos o, al menos, evita en lo posible los industriales, y el sector del huevo ecológico era el que ofrecía más margen de entrada y estaba menos expuesto a vaivenes del mercado. Nuestros objetivos siempre fueron producir en ecológico, aprovechar todo el terreno de la finca, utilizar solo el agua de la que disponemos gracias al manantial y sacarle el máximo partido a la energía solar. Poco a poco vamos avanzando en ellos y, cuando los alcancemos, seremos la única granja de huevos ecológicos en el mundo que se podrá calificar como autosuficiente. Todos los recursos estarán bajo nuestro control y serán de nuestra propiedad».

Aunque por ahora trabajan con un contrato de integración con otra empresa avícola —como nos explican más adelante—, la mira también está puesta en comercializar directamente su producción, pero este es un objetivo aún lejano.

Un aspecto importante en su decisión fue percibir que el denominado «huevo de jaula», el de producción industrial, iba a ser descartado por las grandes distribuidoras: «Cuando las principales cadenas de supermercados francesas empezaron a descartar los huevos de jaula, ya se intuía que acabaría pasando aquí, pero no se quiso ver, a pesar de que la gran distribución es casi la misma que en Francia. No se trata de que ese huevo vaya a desaparecer porque su precio es un reclamo, pero el consumo y, por tanto, la producción, van a bajar. Ahora recibimos muchas visitas de gente que quiere cambiar su explotación industrial para pasar a producir huevo campero, que no es lo que hacemos nosotros, pero tampoco sigue los criterios intensivos».

«La Administración Pública es, en demasiadas ocasiones, el mayor enemigo de aquello que debería proteger».

Ayudas, inversión, burocracia y presión del entorno

Para poner en marcha la explotación, contaron con diferentes subvenciones públicas, pero que apenas alcanzaron el 30% de la inversión total. Por otro lado, a diferencia de la inmensa mayoría de las granjas avícolas, van a tener derecho a cobrar las ayudas de la PAC —Política Agraria Común— debido a que sus gallinas salen a alimentarse al campo al menos una parte del año, aunque tendrán que esperar a la entrada en vigor del nuevo período de ayudas europeo. Por ahora la perciben por su actividad con las vacas rubias gallegas.

También hay que decir que la inversión en las instalaciones va a aumentar, ya que están desarrollando un sistema de placas solares para el abastecimiento de la electricidad. No lo hacen solo por deshacerse del generador, y por la poca fe en que la concentración parcelaria acabe por autorizar el paso de una línea de corriente hasta su explotación, sino también porque quieren que todos los recursos que utilizan para producir estén bajo su control lo antes posible. Con este mismo objetivo, no descartan instalar un aerogenerador en el futuro. Obviamente, no del tamaño de los que rodean a la granja, y que a ellos no les benefician.

Hay una circunstancia común a todos los ganaderos y agricultores que entrevistamos en Omnivoraz: cuando empezaron con sus proyectos, amigos, familiares y profesionales del sector les advirtieron de que se buscaban la ruina. Gandería Laura Taboada, S.C., no es una excepción: «Como llevábamos diecisiete años trabajando con criterios de sostenibilidad y bienestar animal en la explotación familiar de vacas de producción cárnica, teníamos claro que lo que hiciésemos iría en esa línea. Sí, recibimos presiones, pero nos entraron por un oído y nos salieron por el otro». Como anécdota, nos cuentan que desde una empresa de la competencia les recomendaron construir la nave con hormigón «porque así podréis meter vacas en cuanto fracase lo de las gallinas», y otra gran industria avícola les pidió que la construyesen de forma que pudiese albergar un cebadero de pollos, que tendría mucho más futuro… Mejor será que esas empresas no se dediquen a las predicciones. Curiosamente, la presión más fuerte que recibieron fue en sentido contrario: alguna industria integradora les metió prisa para dar el paso porque necesitaba cubrir una demanda que la superaba.

Los hermanos Hermida prefieren no recordar demasiado los quebraderos de cabeza que supuso la burocracia necesaria para poner en marcha la granja: «Tardamos tres años en obtener parte de las certificaciones, por no hablar de que los atrasos en el proceso de concentración parcelaria demoraron dos años la concesión de los créditos que necesitábamos. Cuando ya teníamos licencias administrativas y parte de las obras empezadas, de repente nos dijeron que la concentración se remodulaba y que nuestro terreno estaba a disposición de ella. Al final se impuso el sentido común, pero llegamos a temer por el proyecto. La Administración Pública es, en demasiadas ocasiones, el mayor enemigo de aquello que debería proteger. Sin ir más lejos, cuando la nave ya estaba funcionando se nos vinieron a imponer reformas en la estructura para que pudiésemos recibir las ayudas ya concedidas».

«No existen parámetros definidos que nos permitan saber si lo estamos haciendo bien del todo o si podríamos mejorar».

Ventajas y riesgos de la innovación

El sistema de Gandería Laura Taboada no necesita los servicios profesionales ni de veterinarios, ni de nutriólogos, ni de ningún otro tipo de asesor. Tan solo colaboraron puntualmente, y por amistad, con un especialista holandés que visitó la granja para aconsejarles, analizar el funcionamiento y recoger datos que le sirven en sus investigaciones. Pero la innovación tiene sus riesgos, ya que para trabajar con este sistema no existe experiencia previa, formación ni compañeros a los que consultar. Todo lo que tenían eran las indicaciones que les daba el proveedor de las instalaciones: «Incluso tuvimos problemas para que nos certificasen como productores ecológicos, porque los técnicos y veterinarios no tenían ni idea de cómo funcionaba esto, igual que los responsables de sanidad animal». Esto derivó en interminables trámites para obtener diferentes certificados que aún no saben muy bien para qué sirvieron: «Tuvimos que presentar certificaciones de que habíamos presentado una documentación que ya le constaba como entregada a quien nos la reclamaba». Digno de película de Berlanga.

Al no haber formación disponible —como pasa en tantos otros sectores agrarios—, los Hermida viajaron a las zonas de España líderes en producción de huevos para ir aprendiendo técnicas, conociendo métodos de trabajo y analizando el mercado, pero fue una visita a Inglaterra la que les llevó a decidirse definitivamente: «Allí conocimos a un productor que compaginaba los dos sistemas, el que utilizamos nosotros y el denominado slat. La diferencia en manejo, rendimiento y bienestar de los animales era abismal, y ahí tomamos la determinación. En los sistemas slat, o en los que el suelo se recubre de serrín, la concentración de amoníaco es muy alta por la presencia prolongada de los excrementos en el interior de la nave. Las gallinas son animales muy pequeños, de poco más de un kilo de peso, y todo ese amoníaco causa destrozos en unos pulmones de tan poco tamaño, sobre todo con la cantidad de tiempo que pasan en la nave. La mortalidad en esas granjas es muy elevada, con una media de cuatro bajas diarias. Nosotros pasamos semanas sin que muera ningún animal y, cuando sucede, no es por culpa del amoníaco. Es cierto que trabajamos un poco a ciegas, porque este sistema es totalmente nuevo y no hay métodos de trabajo analítico ya desarrollados, así que la recogida e interpretación de los datos las estamos haciendo por nuestra cuenta. Por ejemplo, la propia empresa con la que tenemos contrato de integración no sabía nada sobre cómo se trabaja, tuvo que venir un técnico desde Valencia a explicárselo. Es decir, las cifras que manejamos son buenas, tomando como referencia el funcionamiento de granjas que son muy diferentes de la nuestra, pero no existen parámetros definidos que nos permitan saber si lo estamos haciendo bien del todo o si podríamos mejorar».

En los proyectos surgidos en los últimos años, es frecuente que una de las motivaciones principales de los promotores sea la búsqueda de calidad de vida, poder disponer de tiempo libre. También lo fue en el caso de Gandería Laura Taboada, aunque la realidad está demostrando que no es tan fácil: «Es verdad que buscábamos, y seguimos buscando, calidad de vida, pero estos animales son muy complicados. En un solo día se pueden presentar problemas muy graves, así que hay que atajarlos de forma inmediata o correrá peligro toda la nidada. Lo más importante es controlar varias veces diariamente que no haya alteraciones en los niveles de agua y alimento consumidos, puesto que cualquier variación en esos parámetros ya indica que hay un problema. Por ejemplo, al inicio tuvimos una bajada repentina del 13% en la producción. Los técnicos de aquí decían que eso era normal y no había que preocuparse. Tuvo que venir nuestro asesor holandés y detectó, en menos de un minuto, que el problema estaba en la ventilación. Lo supo porque las gallinas ladeaban la cabeza cuando lo normal es que la tengan recta, y gracias a eso atajamos un principio de brote de neumonía. Por eso decimos que hay que estar muy encima de todo a diario».

«Si montas lo mismo que los demás, estás condenado a unos precios bajos y a una constante incertidumbre, pues dependes de las mismas industrias que el resto».

El futuro… y el pasado rural

Aunque ellos han dado el paso de emprender un proyecto empresarial y laboral que los fija definitivamente en el medio rural, no son muy optimistas en cuanto a la posibilidad de revertir la despoblación: «Si montas lo mismo que los demás, estás condenado a unos precios bajos y a una constante incertidumbre, pues dependes de las mismas industrias que el resto. También puedes quedarte a trabajar en alguna cooperativa o empresa de servicios, pero sabes que es mucho trabajo y no siempre bien pagado, viviendo, además, en un entorno poco poblado y con cada vez menos servicios de cualquier tipo. Siendo así, es lógico que la mayoría de la gente de nuestra generación se haya ido de Rodeiro y de los ayuntamientos cercanos, o que se hayan quedado aquí en trabajos en otro sector que, al menos, les permiten vivir con menos preocupaciones». Hay casos similares al de Gandería Laura Taboada, S.C., pero la mayoría de jóvenes que se han quedado ha sido porque la familia ya tenía una explotación, y ellos heredan las mismas deudas, los mismos métodos y las mismas expectativas vitales y laborales.

Que el futuro pasa por la diversificación es una visión que estos ganaderos comparten con más gente del sector primario gallego: «No puedes quedarte solo con una actividad expuesta a vaivenes del mercado. Nosotros producimos huevos y carne, pero podríamos dedicarnos también al cereal o a la huerta. Lo importante es producir alimentos de calidad porque, aunque no todo el mundo puede pagarlos, siempre hay un mercado para ellos, y más si son innovadores y exclusivos. Fijaos, por ejemplo, en la col rizada, que se está vendiendo a quince euros los doscientos gramos cuando antes nadie daba nada por ella. Ahora mismo apenas hay quien la cultive. Merece la pena hacer el esfuerzo de ofrecer cosas nuevas en lugar de limitarse a hacer lo que hacen todos, al son de la industria y la distribución. En el fondo es un poco volver a lo antiguo, a cuando la gente iba a la feria a vender una parte de cada producción, solo que ahora más profesionalizado y en un mercado más amplio».

En este punto cabe cuestionarse que, si todos los agricultores y ganaderos se dedican a elaborar y comercializar directamente, pueda crearse una burbuja o una saturación del mercado: «No lo vemos así. Cada producto tiene sus características y su mercado. Las hortalizas o la leche fresca son para un mercado de proximidad, pero los frutos secos, las legumbres o, como en nuestro caso, los huevos pueden destinarse incluso a la exportación. El consumidor es cada vez más exigente con lo que come y lo revisa todo, pero también está dispuesto a darle oportunidad a lo novedoso. Y hay que profesionalizarse. Un ejemplo: en Suiza hay déficit de huevos y tienen que importarlos, pero solo aceptan los que llegan con la certificación KAT —rigurosa normativa cuya finalidad es marcar unas pautas de mayor calidad aun que las de la Comunidad Europea—. Ahí se ve que prima la calidad sobre la cantidad».

Gandería Laura Taboada, S.C. (Pontevedra) — Audacia recompensada — Omnivoraz

«No vamos a pintar el rural como algo idílico porque no lo es. Hay problemas muy serios y no queda más remedio que convivir con ellos, porque ni se perciben soluciones ni voluntad de solucionarlos».

Tanto Alberto como Rubén creen que los últimos treinta años han supuesto un retroceso brutal en el campo gallego que ha desembocado en su abandono. Los miles de millones de euros que las administraciones han dedicado al sector agropecuario en Galicia no han servido para nada: «No había formación, ni asesoramiento, ni seguimiento, ni nada de nada. Las subvenciones llegaban y se empleaban en hacer lo mismo que todos los demás, lo que ordenaba la industria. El ganadero y el agricultor acabaron por ser un eslabón de una cadena. Sí, se recibían las subvenciones, pero éstas acababan íntegramente en manos de la industria de forma más o menos directa. Lo que inviertes en las instalaciones y en mejorar no se traduce en un precio acorde con tus métodos de trabajo y la calidad que ofreces. Además, las propias empresas se amparan en esas subvenciones que recibes para justificar los bajos precios. Aparte de que hay que “mantener” a toda una serie de asesores que también vienen a coger su parte del pastel de las subvenciones. Es un planteamiento erróneo, y ha supuesto mucha frustración y una enorme pérdida de oportunidades en Galicia. Nosotros hemos dado el paso porque creemos en las posibilidades de los huevos ecológicos, confiamos en nuestro método de trabajo y disponíamos de terreno, pero creemos que las condiciones generales del medio rural no son las adecuadas para que la gente se quede a vivir en él, y mucho menos venir desde fuera. La Administración no ayuda: lo que te da en subvenciones te lo hace pagar en trámites, ajustes y dificultades».

En esta explotación son muy críticos con los servicios públicos y privados básicos para desarrollar un proyecto vital y laboral en el campo, no solo en Rodeiro, sino en todos los ayuntamientos de la zona y en otros que conocen. Cortes de luz casi a diario, deficiente cobertura de móviles y de Internet, poco mantenimiento de carreteras, centros de salud extremadamente precarios, escasa oferta educativa… Nada que resulte atractivo ni para quedarse ni para venir a instalarse: «Es un círculo vicioso: no se prestan servicios porque no hay gente, y no hay gente porque no se prestan servicios. Tampoco tenemos fe en que esta situación vaya a cambiar. Nosotros trabajamos siendo conscientes de esas carencias y tratamos de sobrellevarlas, no vamos a pintar el rural como algo idílico porque no lo es. Hay problemas muy serios y no queda más remedio que convivir con ellos, porque ni se perciben soluciones ni voluntad de solucionarlos».

Han conseguido un precio superior al que cobran los productores del llamado huevo campero y los convencionales intensivos de producción industrial.

Trabajo diario, producción y precios

Las instalaciones de Gandería Laura Taboada, S.C., están preparadas para acoger 12 000 gallinas, aunque de momento están trabajando con 10 500 cabezas de la raza Isa Brown, que es el resultado del cruce de dos variedades originarias de Rhode Island —Estados Unidos—. Una observación: si en lugar de huevos ecológicos produjesen huevos camperos, las instalaciones podrían albergar hasta a 18 000 gallinas. Disponer de tanto espacio es la principal causa de que la mortalidad de aves en esta granja sea menor del 1%, muy inferior a la media.

La producción diaria es de un promedio de 9760 huevos, lo que significa que el 93% de los animales ponen un huevo al día, una media muy elevada para el sector avícola. Por otro lado, la alimentación hace que los ciclos de puesta de huevo sean continuos, es decir, la gallina no hace una parada en la producción al cabo de veintiocho días, como solemos ver en los corrales caseros. De hecho, los únicos descensos del número de huevos se registran en los momentos en que se rellena el tanque de pienso porque las gallinas deben adaptarse al nuevo alimento. Por lo general, también puede resentirse la producción cuando hay un cambio brusco de temperatura o cuando las gallinas salen demasiadas veces seguidas al prado.

Gandería Laura Taboada, S.C., tiene un contrato de integración total con la empresa Granja Los Rosales —Salvaterra de Miño, Pontevedra—, según el cual trabajan en exclusiva para ella y le venden, por docenas, su producción. En este tipo de contratos ambas partes pueden decidir el grado de integración, es decir, qué porcentaje del trabajo y de la gestión le corresponde a cada una. En su formato más desarrollado —predominante en el sector avícola—, el ganadero aporta las instalaciones y lo necesario para su funcionamiento —suministros—, mientras que el integrador entrega y recoge los animales, lo que estos producen, y se hace cargo de lo necesario para su alimentación en la granja. Las bases generales de los contratos de integración en la producción de huevos se fijan en INPROVO —Organización Interprofesional del Huevo y sus Productos—, en la que están representados los sectores productor, industrial y comercial, si bien esas bases deben ser supervisadas y aprobadas por el Ministerio de Agricultura.

Desde el punto de vista de la comodidad, para los hermanos Hermida el contrato integrado es más llevadero porque los únicos costes consisten en mantener el generador de gasóleo, pagarle al empleado y amortizar la inversión en la nave. Todo lo demás —veterinarios, comercialización, envasado, etc.— corre por cuenta del integrador: «Las gallinas son suyas, ellos ponen el pienso y nosotros solo cuidamos de los animales a cambio de un precio por cada docena de huevos que sale de la granja». El contrato está vigente durante el tiempo que cada remesa de gallinas permanece en la explotación, es decir, no hay un plazo determinado, aunque siempre oscila entre trece y quince meses. La ventaja es que, una vez que se hace el vaciado de la granja, son libres para negociar un nuevo contrato de integración con cualquier otra empresa o bien pactar diferentes condiciones con la misma. Esto, recalcan, les permite mantener su margen de maniobra. Aunque en la zona donde está Gandería Laura Taboada hay otras empresas avícolas, las condiciones que les ofrecían no eran las mejores —en algunos casos se requería de una inversión más elevada y, en otros, no deseaban huevos ecológicos sino camperos o convencionales—.

Al negociar el contrato de integración se valoran diferentes parámetros, como el coste de la alimentación, el precio de la electricidad y del gasóleo, las prácticas de bienestar animal, etc., y en base a ellos se determina el precio que recibirá el ganadero. Los precios varían durante el tiempo en que está vigente el contrato, cobrando al principio casi la mitad que al final, porque el tamaño de los huevos también es menor: «Inicialmente teníamos la intención de producir y distribuir por nuestra cuenta y con nuestros recursos. No pudimos hacerlo porque la burocracia demoró la puesta en marcha, pero teníamos pactado un precio infinitamente superior al que cobramos ahora. Esa oportunidad ha desaparecido de momento». Lo que sí han conseguido es un precio hasta diez céntimos de euro superior al que cobran los productores del llamado huevo campero, y hasta veinte céntimos de euro más que los convencionales intensivos de producción industrial. Curiosamente, el transporte no supone un factor determinante en el precio de los huevos: «Lo que se paga es el servicio de cuidado de los animales y la producción».

Certificada como productor ecológico por el CRAEGA —Consello Regulador da Agricultura Ecolóxica de Galicia—, Gandería Laura Taboada, S.C., es de los pocos productores del sector ecológico que cuentan con la licencia KAT, que permite exportar productos fuera de España sin restricciones. Los requisitos para obtener dicha licencia están relacionados sobre todo con las instalaciones. Entre otras cosas, es obligatoria la existencia de los patios anexos a la nave, y los nidales deben ser individuales e impedir el contacto visual entre las gallinas para evitarles estrés. En España solo hay otra granja construida con estas características, y en Alemania, donde fue diseñada por la empresa Big Dutchman, tan solo unas cuantas.

«La ausencia de amoníaco, el poco ruido de las máquinas o la regulación de la entrada de luz solar —que siempre altera a las gallinas—, inciden en la reducción del estrés».

Gestión de residuos, alimentación y bienestar animal

La gestión de residuos es uno de sus aspectos diferenciadores. Disponen de cuatro cintas transportadoras, situadas debajo de la nave, que retiran los excrementos cada seis días y los depositan en un almacén. Con este sistema consiguen reducir los niveles de amoníaco en el interior de la nave y evitar la presencia de insectos. Tanto es así que nos llama la atención la ausencia de olores en la zona cubierta de la instalación. Probablemente sea esa ausencia de amoníaco y de insectos la que hace que el ruido que causan los animales sea mucho menor que en cualquier otra granja, porque aquí están en mejores condiciones. Hasta ahora utilizan los residuos para abonar los prados en los que pastan sus vacas, aunque no descartan comercializar esos residuos como fertilizantes más adelante. Aparte de los excrementos, no hay otro tipo de residuos. El pienso se lo sirven a granel, así que no hay envases que retirar, y los huevos quebrados o defectuosos se los regalan a panaderías de la zona. Y nada de plásticos agrícolas.

Ahora bien, como en cualquier proyecto de ganadería ecológica, la alimentación es uno de los apartados clave. Estas gallinas se alimentan exclusivamente de piensos certificados como ecológicos, y de la hierba e insectos que puedan atrapar cuando salen al prado que circunda la granja. Además, se deposita por la nave un preparado con arena que las gallinas picotean para facilitar su digestión, como hacen cuando salen a la dehesa. Cuando el clima obliga a que los animales permanezcan demasiados días sin salir, se les suministra alfalfa ecológica para que no pierdan el hábito del picoteo. El consumo diario de agua en la explotación es de 2500 litros diarios, que van casi íntegramente al estómago de las aves y proceden en su totalidad del manantial de la finca.

Más allá de algún insecto que puedan atrapar, las gallinas no comen ningún componente de origen animal. Los piensos son 100% vegetales, así como las partículas que acompañan a la arena que forma la yacija en la superficie de la nave. Esto puede suponer un problema, puesto que la metionina —un aminoácido que acelera la síntesis de las proteínas— que produce el propio organismo de la gallina no es suficiente, y tienden a buscarla en otros alimentos de origen animal. Por ahí viene la mayor parte de las —escasas— muertes: cuando una gallina sangra por el esfuerzo de poner, las otras detectan la sangre y acuden a picarla para hacerse con esa metionina. Las más débiles acaban masacradas por sus propias compañeras. Las normas de la agricultura ecológica prohíben expresamente el uso de metionina sintética en la alimentación: «En nuestra granja conseguimos que se reduzcan los ataques entre gallinas por el bajo nivel de estrés que logramos gracias a las instalaciones. La ausencia de amoníaco, el poco ruido de las máquinas, la regulación de la entrada de luz solar —que siempre las altera—, etc., todo eso incide en la reducción del estrés».

El bienestar animal también se manifiesta en los cien días al año, como mínimo, que salen al prado —siempre por la tarde, después de la puesta de huevos—, en la mayor cantidad de suelo útil en la instalación y, por consiguiente, más espacio, y en la iluminación diseñada específicamente para que sea efectiva, pero no molesta, con ventanas que incorporan oscurecedores y redes antipájaros. Sin olvidar la apertura diaria de las trampillas laterales que dan acceso a los corrales para que estén en contacto con el exterior. Las noches, en principio, son un alivio, ya que las gallinas duermen durante todas las horas de oscuridad y no se registra ninguna actividad.

Cría de vacas, una actividad paralela

Además de la producción de huevos, Gandería Laura Taboada se dedica en paralelo a la cría de vacas de orientación cárnica, también adscrita, por supuesto, a la producción ecológica. Precisamente, el mantener limpias las fincas, aprovechar los residuos de las gallinas para fertilizar pastos y acceder a subvenciones de la PAC son sus motivaciones para seguir manteniendo esta actividad secundaria, que hasta hace poco era la principal.

Las vacas están siempre libres. El rebaño lo forman unas cincuenta cabezas de raza rubia gallega, de las que treinta son hembras reproductoras, que se desplazan por los diferentes prados de los que la familia dispone cerca de las zonas más elevadas de la Serra do Faro. Cuentan con zonas arboladas —en los lindes de las fincas— para resguardarse de la lluvia y el calor, y con comederos habilitados para las épocas en que escasea el pasto.

Los Hermida tienen claro que no van a ampliar el número de animales, modificar los métodos de trabajo ni buscar fórmulas de comercialización alternativa. Las gallinas ya les ocupan demasiado tiempo. Los «extraños» márgenes que se dan en el sector cárnico tampoco ayudan a que apuesten por ampliar la actividad vacuna: «No puede ser que a nosotros se nos diga que se nos van a pagar 5 euros por kilo/canal, que luego se quedan en 4,65 euros, y que en los lineales de los mercados se esté vendiendo a 18 euros. Es una locura. Cabe la posibilidad de vender la carne nosotros mismos, aprovechando que es ecológica y que aplicamos un manejo que consideramos óptimo, pero ya nos obligaría a buscar clientes, realizar visitas comerciales y vigilar sacrificios y despieces. No tenemos tiempo para eso. Las vacas están ahí, son un complemento y nos aportan lo necesario para justificar su presencia».

Estas vacas son criadas en un lugar donde parecen tocar el cielo. Solo los aerogeneradores rompen mecánicamente un silencio sobrecogedor. Esta es una zona de nieblas y lobos que impone respeto, pero que a ellas no les afecta. Por eso parece hasta pecado que sean los intermediarios y los distribuidores los que se lucren con los animales, mientras que al ganadero que mantiene este paisaje le dan una limosna.

Ver para creer: curiosidades del sector

Alberto, Rubén y Patricia, que les echa una mano en su tiempo libre, nos cuentan cosas muy curiosas sobre el sector en el que trabajan y que pueden parecer ilógicas. Por ejemplo, las gallinas son sacrificadas cuando cumplen su ciclo productivo, al cabo de quince meses: «Nosotros creemos que si a esas gallinas se les cambia la alimentación, cebándolas para consumo cárnico, tendrían una excelente salida comercial, porque serían un producto ecológico y novedoso, cosas por las que el público urbano está ansioso. Estas gallinas no son nuestras y no podemos decidir, pero optaríamos por esa fórmula sin dudarlo si estuviera en nuestra mano. Es que, con el hambre que hay en el mundo, que 10 000 gallinas criadas con criterios ecológicos no sirvan para alimento da que pensar. En algunas granjas se han llegado a gasear y cargar en los famosos camiones verdes, y luego nos llenamos la boca con el bienestar animal y la desnutrición infantil…».

Pero no perdamos la esperanza. La paja de Castilla antes se quemaba, y ahora es un recurso económico esencial para los agricultores castellanos que la venden a ganaderías de toda España, sobre todo gallegas. Puede que cunda el ejemplo.

También llama la atención el hecho de que el huevo de menor tamaño —talla S— tenga el precio más bajo, a pesar de ser el que más concentra las proteínas y los nutrientes. En China y en cadenas gourmet es muy reclamado, pero solo unos pocos productores consiguen colocarlo a buen precio. A saber por qué…

Y resulta que el clima también influye —y decisivamente— en el sabor y en la textura del huevo. Difícilmente se conseguirá vender huevos de la Cornisa Cantábrica en Andalucía, y viceversa, porque el público encontrará muy diferentes esos huevos a los que ha comido toda la vida.

En esta granja han recibido la visita de dos individuos que decían ser animalistas. No causaron mayores molestias, y los hermanos Hermida no quieren hablar demasiado del asunto para no hacerles publicidad, pero lo mencionamos aquí para que se tome conciencia de que esos particulares «activistas» ya empiezan a revolotear por el rural de Galicia, como las velutinas.

Así pues, hacer lo que nadie más hace, buscar la diferenciación que lleve a la independencia en el trabajo y no esperar nada de las administraciones son las tres premisas que guiaron el nacimiento de Gandería Laura Taboada, S.C., y las que siguen aplicando ahora que su granja ya está consolidada. Un rayo de esperanza en un entorno que languidece.