Reportaje con Carlos García García, de la sociedad cooperativa Chaca Otur (Asturias)

Cooperativa Chaca Otur: «Los ganaderos somos como obreros en manos de la industria»

Un reportaje con Carlos García García, de la sociedad cooperativa Chaca Otur (Asturias)

En 2002, cuatro ganaderos del occidente asturiano se unieron para constituir la sociedad cooperativa Chaca Otur —Otur, Valdés, Asturias—. El proyecto nacía de la necesidad de dar continuidad a su profesión y, sobre todo, de ejercerla con un nivel digno de calidad de vida. Desde entonces, aunque uno de ellos optó por tomar su propio camino, han sabido gestionar sus recursos —llegando a duplicar el número de vacas—, y han alcanzado sus objetivos iniciales, lo que les ha convertido en un referente de la producción láctea en Asturias. Una posición que no afecta a la humildad con la que Carlos García —socio fundador— nos recibe en su granja, pero permite comprender la claridad meridiana con la que expone su opinión sobre los retos a los que se enfrenta el sector.

Carlos se ha dedicado siempre a la ganadería. Ya de niño ayudaba en las tareas de la granja que su familia poseía en Sabugo —Otur, concejo de Valdés—, llegando a ser titular de la explotación con su madre. Los años pasan, los padres se aproximan a la edad de jubilación, y encontrar una vía de futuro es apremiante: «Si se jubilan contigo en casa van a seguir al pie del cañón, así que otros tres ganaderos de la zona y yo decidimos, sobre todo por calidad de vida, buscar una alternativa que fuera rentable, que nos permitiese trabajar en común, tener descansos y también unas pequeñas vacaciones. En definitiva, tener un trabajo». Porque la ganadería es eso, un trabajo como cualquier otro. Todos aportaron sus vacas, su maquinaria, sus fincas —en propiedad y alquiladas—, y empezaron a construir las naves en las que, dos años más tarde, iniciaría su andadura la cooperativa Chaca Otur, un lugar donde el trabajo y la vida son compatibles gracias a mucho esfuerzo y una buena organización.

Reportaje con Carlos García García, de la sociedad cooperativa Chaca Otur (Asturias)

Planificación: la clave para ganar calidad de vida

Enfocar la ganadería como un medio de vida hizo que organizasen la cooperativa de forma que, siendo lo más rentable posible, les permitiese tener calidad de vida en el trabajo, una premisa que les ha acompañado desde sus comienzos: «Cuando empezamos aquí éramos seis, cuatro socios y dos personas más para ordeñar. Teníamos menos vacas que ahora —ciento noventa en ordeño— y, evidentemente, más tiempo libre, eran turnos diferentes. Ahora somos siete, tres socios y cuatro trabajadores. Tenemos 345 vacas en ordeño, y trabajamos en turnos de cinco personas por las mañanas y cuatro por las tardes. Salvo en época de campaña, descansamos una tarde y un día a la semana, y tenemos ocho o diez días de vacaciones dos veces al año».

Para el oturense, la clave de esa mejora es la planificación, y cree que «es lo que le falta hoy al ganadero. Sentarse, ver cómo está la situación de su empresa, hacer bien los cálculos y valorar la posibilidad de contar con otra persona, un trabajador contratado que le permita adecuar los turnos a unos horarios más razonables. Creo que hasta supondría un ahorro en comparación con el personal de sustitución. Se trata de pararse a pensar “¿qué queremos?”. De lo contrario, nunca vas a querer parar de ganar».

En Chaca Otur tienen claros sus objetivos, lo que contribuye al entendimiento también a la hora de tomar decisiones: «Aunque cada uno se encarga de un sector de la explotación, vas viendo aquello que más se necesita en cada momento y procuras que la granja no decaiga. Actualmente, por ejemplo, nos encontramos en un proceso de manutención, que todo siga como está o incluso mejorar un poco en calidad de vida, pero hemos decidido no crecer más porque no hay capacidad, nos exigirían más terrenos, etc. Todo eso te condiciona y para nosotros tenemos suficiente. Si con esto no da, entonces malo».

Carlos se siente orgulloso de lo que han logrado, con la tranquilidad de que «puedes irte un fin de semana sabiendo que, cuando vuelvas, va a estar todo igual de atendido que si estuvieras tú, sin perjudicar a tus padres ni a nadie», y afirma convencido que «lo mejor que hicimos fue juntarnos». Una asociación que dura ya quince años, a pesar de que no todo el mundo confiaba en que fuese así, «pero nosotros no nos dedicamos a ver cuánto aguantamos, sino a trabajar, a sacar el negocio adelante, a hacer las inversiones adecuadas y a pagarlas. Entonces ves que lo tienes todo amortizado y que te va bien».

Reportaje con Carlos García García, de la sociedad cooperativa Chaca Otur (Asturias)

«No nos dedicamos a ver cuánto aguantamos, sino a trabajar, a sacar el negocio adelante, a hacer las inversiones adecuadas y a pagarlas».

Gestión económica: la información es rentabilidad

En un sector en el que las inversiones son continuas y los precios de venta de la leche apenas cubren los costes de producción —o dejan escasos beneficios—, el margen de maniobra es muy limitado. Con estos condicionantes, una interpretación adecuada de todos los datos disponibles sobre el funcionamiento de la granja puede marcar la diferencia.

Carlos se encarga de la gestión económica y administrativa de Chaca Otur: «Los datos son una base imprescindible. Ante un problema, el ganadero tiene que saber dónde puede recortar, dónde invertir y dónde no. Igualmente, te permiten saber en qué punto estás. A la hora de compararte con otro ganadero lo harás con el mejor y, si tienes margen, debes mejorar. Nosotros ahora manejamos los datos de reproducción y del carro mezclador, pero aún nos falta recopilar muchos más para aumentar la rentabilidad».

Una buena planificación también abarca las inversiones a las que se destinan las ayudas recibidas: «Nunca hemos tomado una decisión en base a la PAC —Política Agraria Común— ni hemos necesitado adelantar el cobro, pero no todos los casos son iguales. Se dice que un agricultor debe tener una cosecha sembrada, otra en el granero y otra en el banco. Con la PAC deberíamos hacer lo mismo. Tienes que pensar bien lo que necesitas y adecuarte a ello, no gastar por tamaño: el tractor, la máquina o el establo más grandes. En este sentido se ven auténticas salvajadas, ganaderos que están muy apretados porque se han metido en más de lo que pueden sostener. Hay que tener en cuenta que, tal y como está el panorama, cualquier imprevisto te puede hacer mucho daño, así que se debe procurar asegurar el futuro en la medida de lo posible».

Falta de unión: el talón de Aquiles del sector lácteo

A pesar de que la experiencia cooperativista de Chaca Otur les ha demostrado que la unión hace la fuerza, Carlos García es consciente de que en la ganadería láctea esa cualidad está lejos de alcanzarse. Una circunstancia que, en su opinión, dificulta a los ganaderos la negociación de los precios de la leche que producen: «Es un sector difícil, aunque creo que lo hemos hecho más de lo que es por la falta de unión. Somos los primeros que nos tiramos piedras entre nosotros, e individualmente no tenemos capacidad para negociar».

En este punto la cuestión es si esa desunión puede verse alimentada por un sentimiento de competencia entre ganaderos. Para Carlos no es así: «La única manera de competir es intentar producir la mejor leche posible que puedan dar mis vacas, añadir un plus de calidad, pero no estás compitiendo contra la que produce otro porque, finalmente, se juntan en la misma cuba. Tenemos el mismo producto, pero no somos competidores. Lo bueno es que le vaya bien a todo el mundo, que se evolucione y se crezca».

García considera que las OPL —Organizaciones de Productores de Leche— son las que deberían realizar la negociación conjunta de los precios, pero que «ninguna funciona. Pertenecemos a una OPL para solicitar las ayudas de la PAC, pero nadie se ocupa de nada y estamos pagando una cuota sin saber para qué, porque no recibimos nada a cambio. Supongo que esto también es así porque nosotros no queremos. Cada uno negocia su leche, tiene su contrato y no quiere que sea otro quien se la negocie, pero la OPL tendría que gestionar toda la leche de sus afiliados. Ahora bien, no nos vamos a fiar de la persona que la va a vender, ¡porque somos así! Ese es el problema, nadie se fía ya de nadie. Hay a quien le preocupa que pueda llevarse una parte a su bolsillo, y yo creo que si te vende bien la leche, mejor de lo que la estás vendiendo, habrá que darle un margen de confianza. Tampoco es un mercado con tantos altibajos, ya no hay aquellas diferencias de precio de locura, ni creo que las vuelva a haber. La leche, al igual que la carne, lleva muchos años pagándose igual».

Para el asturiano, esta desconfianza hacia las OPL se deriva de una experiencia previa: «Nos hemos fiado de los sindicatos y nunca han hecho nada por nosotros, así que parece que todo el mundo es igual de malo. La gente mayor está muy trillada de muchas malas decisiones, de descornarse y de ir a las manifestaciones. Ahora se convocan y no va nadie porque saben que no sirven para nada. Cada vez somos menos ganaderos y ya no tenemos la fuerza necesaria. Al final somos votos para un gobierno, y muy pocos».

«Cada vez somos menos ganaderos y ya no tenemos la fuerza necesaria. Al final somos votos para un gobierno, y muy pocos».

Comunicación sectorial: una necesidad de primer orden

Como ganadero y habitante del mundo rural, a Carlos le preocupa el escaso o nulo conocimiento que la mayoría de la población tiene sobre los modos de producción y el origen de los alimentos: «Falta mucha información. No es algo que afecte solo a la ganadería, sino que todo el sector primario, de donde nos alimentamos, está en la misma situación. Lo más imprescindible, que es comer, parece que no cuenta. No sé si interesa desviar la atención, pero hablamos a diario de política o de fútbol, y no sabemos nada de lo que comemos o bebemos. Parece que nos da igual, porque lo tenemos todo a mano».

García señala también a la desinformación imperante como causa de los diversos ataques que está sufriendo el sector ganadero, entre ellos los procedentes de los movimientos radicales animalistas y veganos: «Nos meten a todos en el mismo saco. Que haya alguna persona que maltrata a los animales no significa que todos los maltratemos, habrá que denunciar ese caso y solucionar el problema. Los ganaderos, como empresarios, somos los primeros beneficiados del bienestar de nuestros animales, no solo porque unas vacas tranquilas producen más que si están estresadas y nerviosas, sino también por la relación que tienes con ellas. Las ves como un animal casi de compañía. Yo, por ejemplo, me encargo de las terneras desde que nacen, les doy el biberón y me gusta verlas crecer, verlas sanas. En este sector o te gustan los animales y lo que haces, o es mejor que no vengas». Sin embargo, reconoce que los productores tienen parte de responsabilidad en esta situación: «La gente no sabe o no quiere saber, pero nosotros tampoco ofrecemos suficiente información, siempre estamos huyendo de los medios de comunicación. Si los potenciales consumidores no conocen nuestros proyectos, no podemos quejarnos ni criticar que no contemos con su apoyo en nuestras reivindicaciones. No puedes darle palos al que va a comprar tu producto, sino animarle a que te lo compre».

Este desconocimiento favorece que el consumidor relacione la leche más con las industrias lácteas que la comercializan que con los propios productores: «El cliente compra lo que ve en el lineal, lo que anuncian las marcas». En este sentido, el asturiano cree que las cooperativas agrarias podrían jugar un papel decisivo: «Les falta dar el último paso y comercializar los productos de sus socios, venderlos directamente al cliente final y no a la industria, pero lo veo muy difícil. Si fueran capaces de hacerlo esto daría un giro. Incluso soy más ambicioso: crearía una única cooperativa en Asturias, otra en Galicia, etc. Cada vez somos menos, así que lo normal sería estar agrupados en un sitio, no en cientos». Mientras eso no suceda, la realidad es que «somos como obreros en manos de la industria. Le hacemos el producto como nos lo exige, y nadie sabe las trabas que conlleva. El papeleo, los registros y los cuidados que debemos tener para producir un litro de leche, con la inversión que todo eso supone, a la gente ni le suena. No nos dedicamos a ordeñar vacas y punto, aquí todo va milimetrado. Dicen que vivimos de subvenciones, pero creo que se subvenciona el producto para que los compradores puedan adquirirlo más barato». En estas circunstancias, Carlos ve la comunicación como una verdadera necesidad para su sector: «El consumidor tiene que recibir mucha más información de la que recibe, y ver que ni la leche ni nuestro trabajo son tan malos».

«La gente no sabe o no quiere saber, pero nosotros tampoco ofrecemos suficiente información, siempre estamos huyendo de los medios de comunicación».

Problemáticas: dignificación, relevo generacional y despoblación

El sector lácteo también carga con sus propias carencias y debilidades, que amenazan seriamente su futuro. La falta de relevo generacional y de dignificación de la profesión son de las que más preocupan a los ganaderos. Respecto a la primera, Carlos García sentencia: «En la cornisa cantábrica, salvo en Galicia, la ganadería láctea no tiene continuidad. Asturias puede que tenga futuro en la ganadería de carne, cuando se regule la exportación. El motivo fundamental es que la gente joven no se incorpora, y el sector tampoco está adecuado para hacerlo. Si te incorporas con tus padres ya no te independizas, y si lo haces con tu pareja sabes que estáis condenados los 365 días del año. Ahora no hay alternativas, ni creo que nadie ponga el dinero necesario para una inversión de este tipo. Antes teníamos la cuota, un activo en el que el banco podía basarse para darte un préstamo. ¿Hoy en qué se va a basar? ¿En las vacas? ¿En la PAC?». En cuanto a la segunda, aunque en Chaca Otur no han tenido dificultad para encontrar mano de obra, el asturiano apunta que es necesario un cambio de mentalidad que promueva la dignificación de este trabajo, y que debe empezar en los propios ganaderos: «Nos falta dignificarnos a nosotros mismos. Es obvio que hay cierto rechazo hacia esta profesión, e incluso se prefiere trabajar en una oficina por seiscientos euros que en una granja por mil. No nos paramos a pensar qué podríamos hacer para llamar un poco la atención y que esto sea más atractivo».

El oturense es consciente de que esa problemática laboral tiene graves consecuencias demográficas y de conservación del entorno: «Si se acaba la ganadería, los pueblos se mueren. La gente mayor va faltando, los jóvenes se han ido a trabajar fuera y las casas se cierran. “Asturias verde”, dicen. Todo el norte está verde, pero porque alguien lo mantiene. Me pregunto a quién obligarán a cuidarlo cuando no quede nadie». Una necesidad de desarrollo que va más allá de la ganadería: «A medida que los pueblos no avanzan, van muriendo. Es triste decirlo, la gente no se lo cree, pero se acaban. El desarrollo rural necesita ya un buen impulso, o no habrá nada que hacer». Es fácil de entender. No se fija población, a menor número de habitantes, menos servicios y viceversa. La mayoría de las personas no se plantean instalarse en un lugar donde no tienen nada más que el centro de trabajo, es decir, donde no pueden vivir, en el sentido más amplio de la palabra.

Reportaje con Carlos García García, de la sociedad cooperativa Chaca Otur (Asturias)

«Si se acaba la ganadería, los pueblos se mueren».

Futuro: incertidumbre y alternativas

Han pasado tres lustros desde la puesta en marcha de Chaca Otur, y es ahora cuando estos ganaderos ven los resultados de su esfuerzo: «Al principio te llega el agua al cuello; después, a base de trabajar, vas saliendo poco a poco. Nosotros, particularmente, ahora estamos en un buen momento, pero hay mucha incertidumbre». Carlos es el más joven de los tres socios. Uno de sus compañeros se jubilará en la próxima década, lo que implica que «en esta explotación ya tenemos un problema de relevo generacional. Como cooperativa necesitaríamos otro socio o, de lo contrario, ahí se acabaría nuestra andadura». Este es el único motivo por el que se plantean cambiar la forma jurídica a otra que les permita continuar siendo solo dos. «Por lo demás, no vemos que venga nadie detrás, así que procuramos hacer las inversiones justas para ser rentables y tener buena calidad de vida en el trabajo, vivir lo más cómodamente posible e intentar mejorar».

La inestabilidad del sector hace que se busquen nuevas alternativas, actividades independientes o complementarias a la producción láctea: «Dicen que tenemos que diversificar. Yo lo veo todo muy bien, pero ¿con qué? ¿Hacia dónde? Tienes que saber dónde te metes. Podemos aprender a hacer de todo, pero lo difícil es salir al mercado a vender un producto nuevo, tanto posicionarlo en los puntos de venta como realizar todos los trámites y registros necesarios». La creciente tendencia de montar una quesería, aún considerándola «una opción a valorar», no es una idea novedosa para estos ganaderos, que se embarcaron en un proyecto de estas características hace una década: «Las instalaciones estaban a pocos metros de la explotación, en la casa de uno de los socios que, por un problema de salud, decidió abandonar la ganadería y quedarse con la quesería como un plan de vida más tranquilo. Así que ese camino ya lo anduvimos y, al perderlo tan rápido, nos desanimamos». Este ganadero sí descarta completamente la transición a la producción ecológica, al considerar que «no podemos pasarnos todos a ecológico, es imposible. Ese mercado ya está prácticamente cubierto, puede tener un poco más de demanda, pero no toda, o pasará a valer lo mismo que la convencional». Son decisiones complicadas que requieren ser bien meditadas.

Pese a las dificultades a las que se enfrentan los productores lácteos y la variabilidad característica de su sector, Carlos no desiste: «Son nuestros trabajos y nuestras vidas. Nos hemos dedicado siempre a esto, nos gusta e intentamos hacerlo mejor cada día. Así que, por lo menos, que no nos quiten lo que sabemos hacer, que no nos machaquen mucho más y que nos dejen respirar».