As Pontellas, S.C. (Lugo) — Se puede vivir bien en el campo — Omnivoraz

As Pontellas, S.C. (Lugo): se puede vivir bien en el campo

Un reportaje con Ana Rodríguez Piñeiro y José Antonio López Corredoira, de As Pontellas, S.C. (Lugo).

Ana Rodríguez Piñeiro y José Antonio López Corredoira encarnan, tal vez sin ser muy conscientes de ello, la meta que muchos ganaderos persiguen en toda Europa: obtener un beneficio digno por su trabajo y no ser esclavos de él. Con una mezcla de innovación y métodos tradicionales casi desaparecidos, su granja de leche ecológica en San Vicente de Candai —Outeiro de Rei, Lugo— se ha convertido en una empresa muy rentable, respetuosa con el medio ambiente y el bienestar animal, y con un alto grado de conciliación de la vida laboral y familiar. Todo ello sin hacer ruido ni acaparar portadas.

Un cambio necesario

En As Pontellas, S.C., producen leche ecológica desde 2013. Antes pasaron por el calvario que para muchos supone la ganadería intensiva, con sus jornadas interminables, su carrera desenfrenada por aumentar la producción y unas inversiones que parecían no tener fin: «La ganadería intensiva se volvió insostenible para nosotros. No teníamos una herencia económica que nos permitiera hacer frente a los momentos de precios bajos, que cada vez eran más frecuentes. Tuvimos que pasar por un impago de tres meses por parte de una industria, justo antes de que empezara la caída generalizada de precios y que se empezara a hablar de la desaparición de las cuotas. Se hizo imposible sacarnos un sueldo y muchos meses cerrábamos con pérdidas. Yo llevo aquí desde los catorce años y no había visto antes las cosas tan mal», explica José Antonio.

A pesar de que disponían de terreno suficiente, descartaron pasarse a la producción cárnica: «Vimos que los precios en origen de la carne también eran muy muy bajos. Aparte de que teníamos la experiencia previa de un cebadero que mantuvimos hace años —hasta setecientos terneros en cadena— y que fue ruinoso —para ellos como para muchos otros ganaderos—. A veces da la sensación de que no se actúa con mucho criterio. Si un sector se hunde, nos pasamos en masa a otro para ver si también lo hundimos, siempre guiados por profetas que nos prometen imposibles. La verdad es que nosotros nunca pensamos en dedicarnos a la cría de vacas de carne porque sería más de lo mismo».

Siempre que dejamos de hacer lo que hemos hecho toda la vida hay un momento de crisis. La transición de intensivo a ecológico no es fácil, sobre todo desde el punto de vista psicológico. Hay que cambiar casi todas las rutinas y enfocar la granja de manera radicalmente distinta, sin ninguna certeza y bajo presiones de todo tipo: «Nosotros partimos con cierta ventaja porque habíamos estado en el programa de pastoreo de una conocida industria de Lugo y ya nos defendíamos en ese método. Por cierto que esa industria también nos dejó un agujero importante con sus impagos», apunta Ana. «Además, vivíamos para trabajar. Estábamos horas y horas aquí metidos, trabajando para evitar el cierre de la granja. Ese es un problema grave de la ganadería en Galicia: cuando se hacen las cuentas no se contabiliza el tiempo de trabajo del ganadero, es un esfuerzo sin retorno económico, y creemos que eso es un error».

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«A veces da la sensación de que no se actúa con mucho criterio. Si un sector se hunde, nos pasamos en masa a otro para ver si también lo hundimos, siempre guiados por profetas que nos prometen imposibles».

Producción ecológica: nuevo método, nueva mentalidad

As Pontellas, S.C., nació a finales de los años ochenta, cuando José Antonio dejó los estudios para dedicarse de lleno a su pasión: la ganadería. Actualmente manejan un rebaño de cien vacas, de las cuales cincuenta están en ordeño, produciendo anualmente casi 275 000 litros de leche —un tercio de la que producirían en un sistema intensivo—. Cada animal produce alrededor de 6500 litros por lactación —la mitad que en intensivo—, pero pueden llegar a los nueve partos, un aspecto clave y algo impensable en la producción convencional. Todas las hembras que nacen se destinan a la recría, y los machos son vendidos a cebaderos.

En esta granja no se realiza control lechero ni existe gran preocupación por la mejora genética. Lo que quieren es ser rentables produciendo una leche salubre y de calidad. Los índices morfológicos, las vacas grandes productoras o los premios en genética ni les preocupan ni les interesan.

Ana y José Antonio son conscientes de que si una mayoría de ganaderos empieza a producir leche ecológica también se saturará el mercado, y volverán los viejos problemas. Además, saben que su producto —con un precio de venta al público que ronda los 1,20 euros— nunca va a ser de consumo masivo, pudiendo incluso convertirse en minoritario si la economía va mal. Para prevenir cualquiera de esas dos circunstancias, están apostando por introducir ejemplares de raza jersey: «Pueden producir hasta quince litros diarios pastando alrededor de una hora y sin consumir ningún pienso. Aparte de que nos dan una leche con un alto contenido en sólidos —sobre todo grasa y proteína—, que, de momento, es algo que premia la industria. Son animales que paren con mucha facilidad y, si están bien cuidados, viven muchos años».

Una prueba más de que no hay que producir mucho sino producir bien es que, frente a los cuarenta litros de producción media diaria que alcanzan las frisonas en sistemas intensivos, As Pontellas genera dieciocho litros por vaca al día —de media anual—, pero con unos niveles de grasa del 4% y del 3,6% de proteína. Por otra parte, frente a la opinión extendida de que el pastoreo «contamina» la leche con células somáticas, en esta granja tienen un nivel de 112 000, muy por debajo de la media. Al no enfermar nunca, la salubridad de los animales se refleja en la leche, y por eso reciben cincuenta y siete céntimos de euro por litro —incluyendo el IVA y la prima por calidades—, mediante un contrato anual con una empresa francesa radicada en Lugo.

En cuanto a las instalaciones, las cuatro naves que utilizan apenas han sido reformadas en los últimos treinta años. La sala de ordeño es una reliquia. Las vacas acuden a ella, pero siguen empleando uno de aquellos sistemas de circuito habituales hace tres décadas. Ese método no les da ningún trabajo extra, no les obliga a realizar inversiones y funciona a la perfección. Los ordeños tampoco les suponen tener que madrugar ni trasnochar. El primero se hace a las nueve de la mañana y el segundo a las ocho de la tarde, y terminan el trabajo en una hora.

Las fosas de purín, la arrobadera para arrastrar residuos, las camas de los cubículos y los ventiladores en el interior de la nave de ordeño son vestigios de la época de producción intensiva que aún se siguen utilizando porque resultan útiles. Hay que señalar que los purines son muy sólidos debido al tipo de alimentación y de vida que llevan las vacas, por lo que es necesario añadirles agua, aparte de que conviene que el abono vaya lo menos espeso posible, para que no se asiente demasiado en las fincas que luego van a pastar las vacas.

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«Con menos animales y con menos leche ganamos más dinero que muchas otras explotaciones, simplemente porque nuestro gasto es muchísimo menor y porque la leche ecológica está mejor pagada».

La clave está en la reducción de costes

Más allá de cuestiones medioambientales o de calidad, la clave de la producción ecológica está en la reducción de costes, casi hasta hacer desaparecer los gastos veterinarios y de medicación animal. Más aún en este caso, porque es José Antonio quien realiza la inseminación de las vacas: «No me paro en selección genética, solo busco inseminar con ejemplares que garanticen una producción de más de quince litros diarios y una buena adaptación al pastoreo. Además, la fertilidad es muy alta —probablemente por la mezcla de razas— y llega con una inseminación para que queden preñadas. También influye en esto el hecho de acompañar a las vacas al pasto, porque cuando una vaca está en celo lo detectas enseguida al verla caminar y comer. La observación es primordial para la efectividad de la inseminación».

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Ana y José Antonio cultivan cincuenta y nueve hectáreas de hierba y pasto de Sudán. Treinta y dos de ellas son de su propiedad y las otras veintisiete son arrendadas: «Intentamos gastar lo mínimo y tener la máxima cantidad de hierba posible porque, cuanto más verde le demos a las vacas, menos pienso gastaremos. De marzo a septiembre les hemos dado una ración de hierba, maíz y cebada molidos, y solo cuatro kilos de pienso por vaca y día. La media de producción en ese intervalo de tiempo ha sido de veinte litros, que es muy inferior a la de las ganaderías intensivas, pero sale mucho más barata porque consumen una tercera parte de los concentrados que se usan en esos sistemas. Con menos animales y con menos leche ganamos más dinero que muchas otras explotaciones, simplemente porque nuestro gasto es muchísimo menor y porque la leche ecológica está mejor pagada».

Veterinarios, técnicos, comerciales y hasta familiares intentaron hacerles desistir de pasarse a la producción ecológica: «Todos decían que eso no tenía futuro y que nos íbamos a arruinar. Estoy seguro de que aún ahora creerán que compramos maquinaria nueva para intentar salir de la ruina… en fin. Solo diré que estamos cobrando el litro de leche a cincuenta y siete céntimos, y que nuestro modelo de manejo de las tierras hace que cobremos una prima muy elevada, a mayores de lo que ya nos correspondía por la PAC —Política Agraria Común—. Hasta que nos pasamos a ecológico nunca habíamos tenido tiempo ni recursos para, por ejemplo, hacer un viaje en avión, mira tú».

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Pasto de Sudán: la solución a un problema

Al no existir jornadas formativas ni una apuesta decidida por este tipo de modelos, estos ganaderos tienen que ir aprendiendo por su cuenta. Sacan muchas ideas de Internet y experimentan con ellas; por ejemplo, el uso del pasto de Sudán: «Al llegar el verano y el comienzo del otoño, en esta zona se queda todo seco y no hay pasto. Puedes echar mano de lo que hayas ensilado para el invierno, pero así solo retrasas el problema porque tendrás que comprar forraje más adelante, o hacer un pastoreo poco efectivo en prados encharcados o con hierba muy pobre. Para solucionar esta situación, busqué en la red y encontré el pasto de Sudán, que me permite alimentar a las vacas en verano sin apenas recurrir al silo de hierba. Aquí en Galicia no era fácil de conseguir, y tuve que estar muy encima de un proveedor, aparte de que primero fue necesaria la autorización del CRAEGA —Consello Regulador da Agricultura Ecolóxica de Galicia—. Como siempre, me tacharon de loco. Solo sembré seis hectáreas y produjimos setenta mil kilos. Menos mal que lo hice porque, si no, hubiese tenido problemas para alimentar a todo el ganado. Este no es un terreno muy apto para cultivos forrajeros y, aun así, menudo rendimiento». Por otro lado, el jabalí no entra en estos pastos, por lo que no se producen pérdidas por esa causa.

El pasto de Sudán es muy versátil: «Podemos cortarlo y servirlo en verde en el establo, o ensilarlo en rulos. ¡Ojo! Es muy denso y, aunque abulte poco, tiene mucho peso y puede dar problemas al hacer los rulos. Además supone muy poco trabajo, pues basta con arar, sembrar y recoger o pastar. En la ganadería ecológica no nos permiten utilizar más de treinta mil litros de purín por hectárea y año, que es una cantidad muy escasa para cultivos como el maíz, pero más que suficiente para el pasto de Sudán». Otra opción es llevar a los animales a pastarlo, y hay que recordar que enseguida suelta semillas que crecen rápidamente. Una observación: las vacas solo pueden consumir esta planta cuando ha superado los sesenta centímetros de altura, ya que si la ingieren antes puede resultarles tóxica y afectar a su sistema nervioso.

Este tipo de pasto no produce ningún cambio en la cantidad de sólidos que contiene la leche. Hasta ahora, los niveles de grasa y proteína de la producción de As Pontellas, S.C., se han mantenido igual que antes de empezar a utilizarlo —hace dos años—: «Para nosotros ha supuesto un importantísimo avance en nuestro trabajo pero, si no nos hubiese funcionado, habríamos seguido buscando alternativas. En ningún caso puedes quedarte anclado en cosas que no funcionan o no son rentables».

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«Esta granja solo existirá si es rentable y si utilizamos todos los recursos para que el trabajo sea el mejor posible».

Pastoreo sí, pero rentable

El pastoreo, un término de moda y con reminiscencias bucólicas, se convierte en una fórmula sostenible y de éxito cuando se realiza adecuadamente. De hecho, su práctica es muy diferente en función de la época del año. En verano las vacas de As Pontellas salen al prado dos horas por la mañana y dos por la tarde, y luego completan su alimentación en el establo con hierba seca: «No les gusta demasiado el sol, y el calor puede ser una fuente de problemas sanitarios, por eso las resguardamos de las horas más cálidas». El resto del año, salvo en días de mucha lluvia, están en el prado desde las diez de la mañana hasta que anochece o es hora de ordeñarlas. Lo importante es que estén pastando el máximo tiempo posible.

El minifundio y la dispersión de las fincas es algo que frena a muchos ganaderos gallegos para dar el paso hacia el pastoreo: «Nosotros tenemos los terrenos relativamente cerca del establo, aunque algunos están a más de un kilómetro, y ya se sabe que a las vacas tampoco les convienen grandes desplazamientos. Lo bueno es que no van por pistas asfaltadas y que la mayoría de los trayectos son bastante cortos». En As Pontellas, S.C., utilizan un perro de raza border collie para ayudar en el traslado de las vacas, pero reconocen que al animal aún le falta rodaje.

Durante un tiempo dejaron el laboreo de las fincas en manos de empresas de servicios, pero ahora lo hacen todo ellos mismos: «No podemos depender de terceros. Por ejemplo, si tardan una semana más de lo convenido en venir a recoger y ensilar el pasto de Sudán, perderá cantidad, calidad y, sobre todo, proteína. Para que las cosas estén listas en el momento justo y de forma eficiente, hemos hecho una importante inversión en maquinaria. Esta compra puede chocar con la filosofía de reducción de costes y respeto medioambiental que va asociada al pastoreo y a lo ecológico, pero no olvidemos que esta granja solo existirá si es rentable y si utilizamos todos los recursos para que el trabajo sea el mejor posible. Y, todo sea dicho, el precio que nos pagan por nuestra leche, así como las subvenciones que recibimos de la PAC por nuestro tipo de manejo de fincas y ganado, también permiten aventurarse en inversiones que no serían posibles con lo que se paga en intensivo convencional».

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«Aparte de las tareas diarias, tenemos que dedicar una parte de nuestro tiempo a buscar fórmulas que hagan más efectivo el trabajo, pero resulta apasionante».

Optimizar el trabajo para mejorar la calidad de vida

La calidad de vida —que, en esencia, es obtener un rendimiento económico digno sin ser esclavos del trabajo— es una apuesta clara en esta granja. Siempre se dice que los sistemas de pastoreo suponen menos trabajo que los de ganadería intensiva, una opinión que no comparten en As Pontellas, S.C.: «Yo no estoy tan de acuerdo. Es una labor muy diferente, eso sí. En nuestro modelo hay mucha menos rutina, cada día es diferente porque depende del tiempo que haga, de la distancia al prado que esté mejor para pastorear o del estado de las vacas. Hay que estar muy pendiente de todos los detalles, más aún en nuestro caso por los requisitos de la producción ecológica. Aprendes algo nuevo a diario. Por ejemplo, ahora estamos en un proyecto con la Universidad de Santiago y la Xunta de Galicia para buscar la fórmula que permita optimizar el uso de las parcelas de pastoreo. El objetivo es alcanzar un método estándar de trabajo, aunque somos conscientes de que es muy difícil por las propias características del pastoreo. En fin, aparte de las tareas diarias, tenemos que dedicar una parte de nuestro tiempo a buscar fórmulas que hagan el trabajo más efectivo, pero resulta apasionante».

La cuestión es que, con sus métodos y técnicas y con los actuales ingresos por la venta de la leche, han conseguido tener libres casi todos los sábados del año. Y, si lo desean, también pueden disfrutar de pequeños períodos vacacionales, porque pueden contratar a una persona que atienda la granja en su ausencia. Más aún, el matrimonio podría permitirse vivir en Lugo —a unos veinte minutos en coche— y desplazarse a la ganadería solo en los momentos de más faena, pero rara vez lo hacen porque prefieren estar encima de todos los detalles.

Un problema habitual en el sector lácteo gallego es el cierre continuado de ganaderías por falta de relevo generacional. Los hijos no quieren quedarse en las granjas heredando las deudas de los padres, las jornadas maratonianas y la incertidumbre económica. En el caso de Ana y José Antonio, por el contrario, el modelo ecológico ha seducido al menor de sus tres hijos, que ya piensa en quedarse en ella el día de mañana.

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Vuelta al pasado para ganar el futuro

El ordeño en circuito, el remolque cargado de hierba verde recién segada para que coman las vacas, los prados llenos de animales que incluso paren en ellos o el rebaño desfilando por caminos de tierra son escenas que se ven en As Pontellas, S.C., y que nos retrotraen a otra época, pero esa vuelta al pasado es la forma de ganar el futuro. Estos ganaderos creen que su preocupación debe ser el cuidado de las vacas para que den la mejor leche, y para ello su cabeza no puede estar en llenar el tanque a toda costa. No quieren competir por ser los que más leche producen, los que más maíz ensilan o los dueños de la vaca de setenta litros diarios. Han descubierto, a base de esfuerzo y audacia, que el aprovechamiento adecuado de la naturaleza es la clave del éxito, y seguirán por ese camino: «Yo veo que mucha gente en el sector razona de la siguiente manera: “como con lo que hago no soy rentable, voy a hacer el doble para serlo”, con el consiguiente aumento de instalaciones, de vacas, de parcelas, de consumos, de nuevas tecnologías que no siempre son un éxito, de inversión en genética, etc., y con un inevitable endeudamiento. Por otro lado, la producción de leche en países emergentes está creciendo mucho cada año y, poco a poco, los precios están volviendo a caer. Sin olvidar que parece que se esté en una carrera por producir que lleva a exprimir a las vacas de forma que cada vez viven menos. Por eso queremos estar preparados para poder subsistir alimentando a las vacas exclusivamente con pastos, suprimir por completo la compra de piensos y trabajar solo con razas como la jersey, que nos aporten leche muy rica en sólidos y que estén adaptadas al pastoreo. También optar por un único ordeño diario, como ya se hace en otros países, para ahorrar tiempo y gasto energético. Ahora ya tenemos vacas que con trece años de edad siguen dando leche, y esa es la línea que pensamos seguir». Y Omnivoraz estará allí para contarlo.