Desarrollo rural: colapsos y consecuencias — Xosé Constenla Vega — Omnivoraz

Desarrollo rural: colapsos y consecuencias. El análisis de Xosé Constenla Vega

Un reportaje realizado con la colaboración y aportaciones de Xosé Constenla Vega (Doctor en Geografía).

El territorio ha cambiado profundamente en los últimos años. La realidad refleja que el cese de la actividad rural ha traído como consecuencia el abandono en sentido amplio de la supervivencia de las personas, de los medios de vida, del territorio y, en suma, de un sistema social y ambiental que definitivamente ha cambiado y no tiene vuelta atrás. En Omnivoraz recogemos, en sendos reportajes, la voz de Xosé Constenla y Edelmiro López Iglesias, dos especialistas en la materia que nos hablan del territorio, de sus experiencias y de posibles alternativas.


«Nos desposeyeron de nuestra forma de relacionarnos con el territorio»

Xosé Constenla Vega

Doctor en Geografía. Profesor de Didáctica de las Ciencias Sociales en la Universidad de Vigo. Ganador del prestigioso premio Ramón Piñeiro de ensayo.

Desarrollo rural: colapsos y consecuencias — Xosé Constenla Vega — Omnivoraz

El colapso territorial: la imposibilidad de demostrar nuestra identidad

Entre el año 1985 y 2005, Galicia experimenta un giro global en el aprovechamiento de las tierras agrícolas. El 43% de la superficie agraria cambia de uso y destaca, por ejemplo, el acusado índice de transformación de las tierras con mejores aptitudes, que son destinadas a la urbanización o forestadas con especies de crecimiento rápido.1 También es llamativo el elevado índice de abandono que se registra en zonas del oriente gallego, así como en el sur de Ourense. Lo que otrora eran tierras de producción, hoy en día son un continuo de matorral cuya persistencia supone, además de la pérdida de territorio y superficie agraria útil, un combustible para una de las catástrofes que más padece el territorio: los incendios forestales.

A finales de la década de 1970 Abel Bouhier describía con precisión cartesiana, en un monumental estudio geográfico, el modelo de ocupación territorial y las complejas relaciones que suponía el llamado Sistema Agrario Tradicional.2 En este viejo complejo todo encajaba en un conjunto ordenado, cuyos equilibrios se mantenían prácticamente inalterados desde la Edad Media. El territorio suponía un activo fundamental para un sistema económico profundamente autosuficiente y prácticamente independiente.

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La acelerada transformación de los sistemas agrarios, fruto de la demanda de mano de obra en el medio urbano y la posterior especialización ganadera de algunas zonas, ha provocado un acusado desplazamiento de la población y el abandono del complejo agrario tradicional. Este proceso ha cambiado definitivamente la faz del medio rural, derivando en la quiebra definitiva del medio anterior y de las relaciones de identidad vinculadas al territorio. Es lo que Xosé Constenla denomina «colapso» y define como «el sumatorio de un conjunto de síntomas como la turistificación, la urbanización desordenada, el feísmo y el envejecimiento, además de la dotación de infraestructuras de dudosa demanda social». Un proceso que conduce «a la pérdida dramática de biodiversidad funcional y ambiental y también de los usos sociales de humanización del territorio, en tanto que forma de relación con el mismo. Esto sucede en detrimento de una cierta movilidad geográfica que no tiene en cuenta el entorno». Como resultado obtenemos un entorno menos complejo, y esta situación de caos provoca «un colapso, entendido como estado que impide demostrar nuestra identidad».

Para entender lo que sucede, Constenla reivindica el papel del análisis geográfico y de los procesos espaciales. Así, presenta el Sistema Agrario Tradicional como «una matriz compleja pero débil, basada en la productividad como principal potencia del sistema, cuyas aldeas presentan un diseño que respeta el medio productivo y con una red viaria asentada». A partir de la ruptura con este sistema comienzan a instalarse infraestructuras industriales, viviendas y red viaria en zonas agrarias de buena disposición. Al llegar a este punto se pierde todo lo positivo que poseía el Sistema Agrario Territorial, en cuanto a fomentar y mantener relaciones entre la comunidad humana y la tierra: «Nos desposeyeron de nuestra forma secular de ocupar y relacionarnos con el territorio».

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«Rural y urbano forman parte del mismo sistema. No podemos tener potencias urbanas sin potencias rurales».

Corresponsabilidad entre lo rural y lo urbano: una vía para resolver problemas mutuos

Para Constenla, la supuesta dualidad urbano-rural ha hecho mucho daño a la realidad territorial gallega, ya que «rural y urbano forman parte del mismo sistema». Esta competencia entre ámbitos ha sido uno de los grandes errores teóricos que se han cometido pues, «a medida que asumimos este presupuesto, empezamos a debilitar todas las piezas que componen el territorio». Esta conceptualización tendría que revertirse, partiendo de que «no podemos tener potencias urbanas sin potencias rurales», y ello debería traducirse en ciertas sinergias de colaboración y concienciación mutua entre ambos mundos.

El autor estima que la palabra «corresponsabilidad» define a la perfección esta tasa de trabajo compartida entre dos mundos erróneamente separados. En su opinión, «hay que hacer un gran trabajo de colaboración entre personas que viven en los dos ámbitos», porque se complementan y porque se necesitan. Con ejemplos prácticos, argumenta la necesidad de que las personas situadas en el mundo urbano entiendan y compartan los problemas rurales y viceversa, para que las dinámicas fluyan y sean una vía con la que resolver problemas mutuos. Por otra parte, considera que «desde la llegada del estado autonómico, en Galicia solo ha habido una situación de desgobierno que nos ha llevado a este escenario», porque no ha sabido dar respuestas acordes a la realidad gallega y ha generado un cierto estado de «doctor Jekyll y Mr. Hyde».

Cambiar lo que sucede a nivel territorial exige construir, desde los cimientos, «espacios alternativos de comercialización de productos por parte de los productores y de los consumidores». Una vez establecidas estas redes, se necesitaría «la superestructura, entendida como la necesaria base política para poner en marcha los procesos de colaboración y comercialización entre las personas».

Cuando el sector se instala en lógicas economicistas y cuando desde el mundo del consumo se busca solo lo más barato, cometemos un error básico, ya que «la corresponsabilidad tiene que ser mutua». Esta relación entre productor y consumidor, que ya funciona en otros lugares de Europa, no es tan eficaz en Galicia «porque existe un déficit educativo brutal». Una carencia que impide tomar conciencia de que «al comprar un litro de leche procedente de otro sistema productivo, en realidad estamos debilitando nuestro propio modelo territorial».

Al hablar de soberanía energética y alimentaria estamos hablando de «un modelo de territorio concreto, que palíe o evite situaciones como las actuales». Sin embargo, Constenla sostiene que en Galicia nunca se habla de conciencia, «porque lo que conviene es un territorio sin gente, estropeado, para minas a cielo abierto o grandes infraestructuras», todo ello siempre unido a un componente de «minusvaloración de lo nuestro».

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«Hay ayuntamientos en Galicia que tienen más número de titulares catastrales que habitantes».

Déficit de ordenación territorial y lógicas capitalistas: un lastre para el desarrollo

El geógrafo considera que existe «un déficit de ordenación del territorio que se mantiene sin definir», y que lastra mucho las capacidades de desarrollo. En los últimos años se han ido trazando usos y potencialidades del territorio «en función de planeamientos urbanísticos, y no sobre las potencialidades de cada área y de una apuesta decidida por los sectores». Sin embargo, ordenar también exige condiciones y, una vez establecidas las potencialidades y los usos, deberíamos saber renunciar a aquello que veamos que no es posible explotar.

La concepción mercantilista que se ha instalado en el territorio supone un salto cualitativo enorme, pues «las parcelas agrarias se han convertido en solares que generan expectativas económicas y permiten tener las superficies paradas. Esta situación, junto con la fragmentación de la propiedad y el desuso, nos lleva directamente al abandono». Las estadísticas que aparecen en su libro arrojan datos realmente preocupantes: «Hay ayuntamientos en Galicia que tienen más número de titulares catastrales que habitantes».3

¿Por qué se ha optado por lo forestal cuando hay rendimientos económicos agrícolas mayores? Constenla responde que «el vino fue el sector especializado por definición, ya que la huerta es escasa y el mundo ganadero tiene sus altibajos». En una PAC —Política Agrícola Común— diseñada para Francia, que no acepta que la agricultura se plantee en función de las necesidades del propio país, hubo que elegir entre las alternativas posibles. «En Galicia hay dos elementos de distorsión, que son la industria de la celulosa y la del conglomerado». En connivencia con los gobiernos autonómicos se puso el país a producir para estos dos tipos, «con lo que se han cargado muchísimas potencialidades, como la industria del mueble, los pequeños frutos y otros aprovechamientos del monte. Incluso la posibilidad de aprovechar madera para construcción y otras fórmulas tecnológicas que darían más valor añadido a nuestros montes».

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La diseminación de construcciones que observamos hoy en día es «una consecuencia del desarrollo de mediados y finales de 1960, con la capitalización de la renta agraria y las divisas llegadas de la emigración». El modelo actual, «con casas al lado de la carretera de forma continua», no existía previamente. En palabras del entrevistado, si uno compara una foto aérea de 1956 con otra actual, descubriremos que «el territorio tenía un modelo de ocupación más consolidado», sin proliferación de grandes instalaciones para actividades pseudo industriales. Otra característica es que, en esa misma imagen de 1956, tampoco existían las masas forestales de especies de crecimiento rápido, ya que «el monte integraba una parte del sistema». Esta panorámica ahonda en la problemática de pérdida de identidad y desarraigo con el territorio.

Es necesaria una interpretación geográfica que complemente la visión técnica y productivista del territorio, y que contribuya a explicarlo de forma completa y multidisciplinar. Descargar la responsabilidad de los usos del territorio en manos de sectores técnicos, que pueden estar al servicio de una o varias empresas, suele conducir «a una única dirección productiva» y dinamitar la gestión al servicio de las personas. El autor señala que se han invertido altas cantidades de recursos en factores con poco valor añadido —«se ha pensado en el turismo y en el sector forestal, que aportan poco valor al conjunto»—, mientras que otros sectores han quedado desiertos. Todo esto obedece a «lógicas capitalistas que no necesitan sectores productivos» y, por lo tanto, nunca contemplan el territorio como factor identitario y necesario para el desarrollo humano.

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«Es necesario autoorganizarse y ser conscientes del valor del consumo y del valor de la producción, más allá de un resultado simplemente económico».

El futuro: ideas fundamentales en las que invertir

El problema del caos territorial también puede analizarse desde un punto de vista humano: «En la actualidad, y de cara al futuro, no es posible pensar en la reversión territorial a modelos de ocupación semejantes a los de mediados o inicios del siglo XX». Pero colapso también significa oportunidad y, en opinión de Constenla, debería realizarse una cartografía que reflejase potencialidades y recursos para dotarse de espacios donde poder vivir en el futuro. Buscar esas áreas de cercanía de las zonas urbanas y «apoyar los proyectos de desarrollo que se generan por parte de las personas y colectivos, sin gastar demasiado dinero en sesudos planes de desarrollo rural, sino más bien en apoyar aquellas cabeceras comarcales y pequeños núcleos que todavía mantienen gente joven». Como visión de futuro, el autor remarca tres ideas fundamentales en las que invertir:

  • Establecer una ordenación del territorio sin pensarlo solo como sectores aislados, teniendo en cuenta sus complejidades y conexiones.
  • Educar a las capas sociales en conocimiento de la realidad inmediata, en la corresponsabilidad entre productores y consumidores, en la importancia del territorio y sus factores productivos.
  • Establecer una nueva relación entre humanidad y naturaleza, siendo conscientes de que los factores naturales son limitados y que el consumo no tiene carácter infinito.

Y como factor práctico, concluye afirmando que «es necesario autoorganizarse y ser conscientes del valor del consumo y del valor de la producción, más allá de un resultado simplemente económico». Esto evidentemente debe trasladarse a lo práctico, «repensar el sistema, los salarios, la educación, la relación entre nosotros e incluso la necesidad de incorporar gente, no solo desde un punto de vista natalista, sino pensar en personas que puedan venir e iniciar proyectos creando esas redes y corresponsabilidades».

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NOTAS

1 Corbelle Rico, Eduardo; Crecente Maseda, Rafael; «Urbanización, forestación y abandono. Cambios recientes en el paisaje de Galicia, 1985-2005», Revista Galega de Economía, vol. 23, núm. 1, enero-junio, 2014, pp. 35-51, Universidade de Santiago de Compostela.
2 Bouhier, Abel; La Galice: essai géographique s’analyse e d’interpretation d’un vieux complexe agraire, 2 vols, La Roche-sur-Yon (Vendée), s.n. (Imp. Yonnaise).
3 Constenla, X.; O Colapso Territorial en Galiza, Ed. Galaxia, 2018. Premio Ramón Piñeiro de Ensaio 2018.


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