«Prefiero dialogar, pero adoro que me provoquen» — Benedicta Sánchez — Omnivoraz

Benedicta Sánchez: «Prefiero dialogar, pero adoro que me provoquen»

Un reportaje con Benedicta Sánchez, protagonista de la película O que arde (Lo que arde).

Benedicta Sánchez, la actriz protagonista de O que arde (Lo que arde) Oliver Laxe, 2019—, causó sensación a su llegada a Navia de Suarna —Lugo— para el preestreno del filme. Esta mujer de ochenta y cinco años, que no tuvo reparo en bailar una muiñeira en el Festival Internacional de Cine de Cannes, no necesitó más que pisar la plaza del pueblo lucense para verse rodeada de gente ansiosa por conocerla y, por supuesto, por capturar ese momento en fotografías que ya quedarán para el recuerdo de una jornada muy especial para la comarca de Os Ancares. Voluntariosa y afable, habló con Omnivoraz de su vida, sus principios y su pasión por la naturaleza, un perfil que ahora compartimos con vosotros esperando que lo disfrutéis.

Natural de O Corgo —Lugo—, afirma que O que arde (Lo que arde) le sirvió para «conocer más a Galicia», la tierra de sus antepasados y de la que nunca renegó por lejos que estuviese: «Cuando me decían que yo no era gallega… ¿Que no soy gallega? Mis padres, mis abuelos, ¡todos gallegos!».

«Prefiero dialogar, pero adoro que me provoquen» — Benedicta Sánchez — Omnivoraz

«No me importa pasar hambre, ni frío, ni vivir con dificultad, con trabajo».

Emigrada a Brasil, conserva un afectuoso recuerdo de las gentes que allá la trataron como «más que de la familia», algo que lamenta no haber encontrado en la propia tierra en ciertos momentos de su vida: «No me importa pasar hambre, ni frío, ni vivir con dificultad, con trabajo. Lo que me traumatizó fue que de pequeña me llamasen “Perico” y miles de cosas más porque yo quería andar en bicicleta, subir a un árbol a coger cerezas, o aprender a nadar. Gracias a que mi padre tenía una pequeña biblioteca, pero con libros muy buenos, fui reforzando mi rebeldía. Prefiero dialogar, pero adoro que me provoquen, ¡me sobran respuestas!».

Benedicta nos cuenta que vivió en Río de Janeiro durante quince años, donde trabajó de fotógrafa social, y nos muestra algunos de sus álbumes con fotos de aquellos tiempos: «Saqué a mi hija adelante con mi trabajo. Una amiga mía decía: “cuando se pone a trabajar, ni duerme, ni come, ni bebe, ni se ducha…”. Yo me entregaba de lleno hasta acabar y tener una reserva. Al terminar, cogía a mi niña e iba a las playas, de camping, a pasar quince días».

Se declara una apasionada del contacto con la naturaleza, algo de lo que disfrutó en la emigración como en Galicia: «Cuando era joven, las otras chicas de mi edad bordaban, y a mí me gustaba el trabajo que hacía mi padre, el monte, el campo, los árboles, las piedras. En Brasil era excursionista de escalada y con el club, con un guía, escalé todos los picos de Río de Janeiro, como el Dedo de Deus o el Cantagalo. Con la cuerda, los mosquetones y la mochila ¡me sentía generala! Cuando volví aquí, con mi niña a punto de cumplir los ocho años, lo que quería era estar en el monte y, si había gente, la evitaba. Éramos el monte y yo. Así que compré una cabra, para poder comer de su leche, y llegué a tener cincuenta. Fui muy feliz con ellas, y hasta los coches paraban para ver la relación que yo tenía con las cabras».

«Prefiero dialogar, pero adoro que me provoquen» — Benedicta Sánchez — Omnivoraz

Cierto es que siempre le gustaron los animales, tanto que llegó a sufrir por el hecho de tener que alimentarse de ellos, lo que la llevó a tomar una decisión vital: «Tenía unos complejos terribles porque, cuando mi madre cogía un gallo, una gallina o un conejo para matar, yo lloraba, echaba a correr y me iba, ¡pero me encantaba la carne! Hasta que con diecisiete años comprobé que podía vivir sin comerla y me hice ovolactovegetariana. Ahora, mi hija, mis nietos y yo somos vegetarianos».

«Prefiero dialogar, pero adoro que me provoquen» — Benedicta Sánchez — Omnivoraz

Sin embargo, Benedicta da toda una lección de tolerancia —un bien escaso en los tiempos que corren—, y respeta la libre elección alimentaria de cada persona: «Ese es un problema del semejante. ¿Qué le voy a hacer yo? Pienso que podíamos hacer un mundo mejor, pero no quiero estar en contra de nada porque es el yin y el yang. Que hagan lo que quieran, al fin y al cabo, se hacen cosas mucho peores, como las guerras. Además, creo firmemente que, cuando no estás convencido de algo, no lo ejecutas. ¿Qué importa que no comas carne o leche si realmente no estás convencido?».

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