Agroturismo: un posible complemento económico para nuestras granjas — Omnivoraz

Agroturismo: un posible complemento económico para nuestras granjas

Un reportaje con Nuria Sánchez Vázquez, de Turismo de Galicia.

Es frecuente que algunas explotaciones busquen complementar los ingresos que perciben por la venta de la leche con otras actividades económicas. Un ejemplo es la venta de los animales machos que nacen en las granjas, aunque en ese caso es más la necesidad de deshacerse de ellos que la búsqueda de beneficio económico. Otra opción es el cebado de cerdos, ovejas o terneros de razas cárnicas, para su venta a vecinos de la zona o a carnicerías. También es habitual que algún miembro de la familia compagine su trabajo en la granja con un puesto en otra empresa o como trabajador autónomo esporádico. Se puede vender parte de la cosecha cuando tenemos excedentes —algo poco habitual— o arrendar parcelas que no utilizamos. La venta directa de leche cruda es una opción que se ha recuperado, tras haber pasado décadas desaparecida. Incluso las huertas que tenemos al lado de casas y establos pueden ser una fuente de ingresos, aunque a pequeña escala y de forma eventual.

En los últimos años se ha desarrollado exponencialmente el sector del turismo rural. El interés de la gente de las ciudades o de las localidades semiurbanas por conocer la vida del campo se incrementa cada año. Según datos del INE —Instituto Nacional de Estadística—, en 2017 fueron más de 3 233 000 personas las que eligieron pasar su tiempo de ocio en alguno de los 17 596 establecimientos que existen en España, y el sector da empleo directo a 27 500 personas. Castilla y León lidera este tipo de turismo con 3710 establecimientos en los que trabajan 5198 personas. Por poner un ejemplo del auge del turismo rural, baste decir que en agosto de 2018, mientras el resto de ofertas turísticas se estacaban e incluso bajaban, la rural subió un 2,3% respecto al año anterior. Estas son solo las cifras referidas a las conocidas casas de turismo rural. Por ahora no hay estadísticas que relacionen la estancia en casas rurales con las actividades de ocio que eligen esos turistas, es decir, no se contrastan las pernoctaciones con lo que el turista hace fuera del alojamiento, aunque está claro que el número de empresas y servicios asociados al turismo rural ha aumentado cada año: senderismo, gastronomía, museos, deportes o artes y oficios son ofertas de las que puede disfrutar la persona que se acerca a pasar su tiempo libre en zonas rurales.

La visita a las granjas, e incluso la participación en el trabajo diario —allí donde sea posible—, sería parte de lo que la Organización Mundial del Turismo define como agroturismo: «los actores complementan sus ingresos con alguna forma de turismo en la que, por lo general, facilitan alojamiento, comida y oportunidad de familiarización con trabajos agropecuarios». No sabemos si fueron los agricultores y ganaderos quienes crearon la demanda de esta forma de hacer turismo, o si nació en el ámbito urbano. Lo que sabemos es que es una opción que merece la pena estudiar. ¿Puede ese flujo de visitantes convertirse en una fuente de ingresos para las explotaciones lácteas? En este reportaje trataremos de dar las claves para que así sea.

Lo primero, creer en el proyecto

El enoturismo es un sector ya muy asentado y cada vez más profesionalizado y con mayor número de adeptos. Se practica en las zonas de producción vitivinícola y consiste, explicado a vuelapluma, en visitar las bodegas y viñedos y catar el vino. Se acompaña de pequeñas charlas sobre la forma en que se trabajan las vides y se elabora el vino y, en función de la época, se puede tomar parte en alguna de las labores que no requieran demasiada especialización. También se acostumbra a informar, de forma superficial, sobre la historia de la producción vinícola de la zona. Luego ya dependerá de cada bodeguero implementar otras acciones y actividades que hagan aún más rentables las visitas de los turistas. Vemos, pues, un modelo aparentemente simple y que podría aplicarse —con las lógicas modificaciones— a nuestras granjas.

Para saber cómo atraer turistas a nuestra explotación, cómo darles el mejor servicio posible y cómo convertir las visitas en algo rentable, hablamos con Nuria Sánchez Vázquez, Licenciada en Administración y Dirección de Empresas, Doctora en Desarrollo Regional e Integración Económica, Diplomada en Turismo, Especialista en Marketing y Producto Turístico, y MBA —Master of Business Administration— por la IE Business School. Además de sus estudios, Nuria lleva más de diez años trabajando en la entidad pública Turismo de Galicia, y es responsable de Formación Continua y Consultoría en el CSHG —Centro Superior de Hostelería de Galicia—. Y, para más señas, es nieta de ganaderos lácteos.

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Nuria Sánchez Vázquez

«Para llevar adelante un proyecto hay que creer en él. Hacerlo por probar a ver cómo sale, o tomárselo con poco interés, es garantía de fracaso».

Lo primero que nos explica es que para llevar adelante un proyecto hay que creer en él. Hacerlo por probar a ver cómo sale, o tomárselo con poco interés, es garantía de fracaso: «Si vamos a abrir la explotación a las visitas con el objetivo de obtener un beneficio económico, tenemos que tener claro que estamos prestando un servicio y no haciendo un favor al visitante. Por eso hay que establecer unos horarios y unas tarifas que hagan viable el proyecto desde el punto de vista económico y organizativo. Por ejemplo, no podemos tener la granja cerrada a las visitas en fechas señaladas como la semana santa o el mes de agosto, porque entonces no estaríamos aprovechando el recurso turístico. Aparte de que la imagen que se daría es muy negativa, especialmente si formamos parte de rutas turísticas más amplias, o si en las redes figura que vamos a estar abiertos. Ahora hay una gran oportunidad para desarrollar proyectos turísticos ligados al trabajo en el campo, de ahí que sea necesario ser muy rigurosos. No olvidemos que la clientela se va ganando poco a poco, y que un error o una omisión puede echar a perder meses y años de trabajo».

Auge de los productos elaborados en las explotaciones

Nuria Sánchez constata que hay una demanda creciente de todo lo que tiene que ver con el rural, tanto de alimentos como de servicios turísticos, y que es el momento de aprovechar esa tendencia: «Según numerosos estudios, el consumo de productos ecológicos está subiendo, de ahí que en los últimos años los supermercados estén incorporando productos ecológicos y sean tendencia los restaurantes kilómetro cero —ofrecen productos de proximidad— y ecológicos. Se está incrementando la venta a domicilio de productos que muchas veces provienen directamente de los productores, siendo los lácteos y los derivados lácteos los que experimentan gran demanda junto con la verdura, la fruta y los huevos. Muchas veces, a raíz de una visita turística experiencial a la granja, se establece una venta directa periódica a domicilio a estos turistas».

El estudio del MAPAMA —Ministerio de Agricultura y Pesca, Alimentación y Medio Ambiente— titulado Caracterización del sector de producción ecológica española en términos de valor y mercado cifra en casi 2000 millones de euros la facturación de los productos ecológicos en España, y refleja un crecimiento anual del 24%. El estudio aclara también el auge de las ventas a domicilio de los productos elaborados directamente en las explotaciones, además del de tiendas especializadas y supermercados, con cajas semanales de productos de lo más variado. Independientemente del punto y forma de venta, los alimentos ecológicos aumentan su demanda. Los más consumidos y que registran más crecimiento son la verdura y las legumbres —73%—, la fruta —70%— y los huevos —63%—, seguidos de la leche y los derivados lácteos —60%—, la carne —43%—, el pan, los cereales y la pasta —40%— y el aceite —27%—. Ese crecimiento del 60% en lácteos y derivados ya nos da una pista de por dónde podemos abrir negocio, y no olvidemos que los consumidores están dispuestos a pagar entre un 20% y un 47% más por aquellos productos que vienen directamente del campo. Eso sí, en consumo aún estamos lejos del liderazgo: un estudio de la consultora especializada EcoLogical.bio establece la cuota de mercado de los productos ecológicos en el 1,69% del mercado total de alimentación, cifra que contrasta con el 9,7% de Dinamarca. Aún así, el mismo informe explica que el gasto per cápita en España ascendió a 36,33 euros anuales en 2017, con un incremento respecto al ejercicio anterior del 12,58%, aunque lejos todavía de los 274 euros que gastan los suizos o de los 227 de los daneses. Obviamente, la mayoría de las ganaderías lácteas no están en producción ecológica, pero estas cifras dejan ver un creciente interés y una demanda en aumento de todo lo que tenga que ver con la producción agro-ganadera.

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Can Gel (Canyamars, Barcelona)

Formación y asesoramiento: claves fundamentales

Para desarrollar un proyecto de turismo ligado a la granja, como para casi todo, es fundamental hacer una apuesta clara y decidida por la formación. A falta de una formación oficial, reglada y específica sobre el turismo en explotaciones lácteas, hay diferentes opciones de las que puede echar mano el ganadero, bien por sí mismo, bien mediante colaboración con otros productores o con entidades dedicadas a la formación: «Una de ellas consiste en comprobar el funcionamiento de experiencias ya consolidadas. Un ganadero o un grupo de ellos puede organizar una visita formativa a granjas en las que el turismo ya se haya convertido en un recurso, y aprender de quienes ya lo desarrollan». Otra opción pasaría por la organización de jornadas técnicas específicas para atender al visitante: «Es algo que ya se hace mucho en enoturismo. Se dan las claves para hacer amena la visita del turista, se explica qué datos pueden ser de interés y cuáles no, se trabaja con las necesidades que pueda tener cada perfil de visitante… Son acciones formativas que sirven para arrancar, y luego ya hay opciones más avanzadas como el manejo de idiomas. Las iniciativas pueden surgir tanto del sector público como del privado, contar con financiación y definir claramente contenidos y objetivos. Lo importante es que haya demanda de formación y que esa formación sea útil».

Tan importante como la formación es el asesoramiento. No olvidemos que somos ganaderos y que lo nuestro es producir leche así que, si queremos dar el paso de explotar turísticamente la explotación, hay que ponerse en manos de profesionales. Es decir, debemos acudir a quien sabe, exactamente igual que lo hacemos cuando queremos trabajar en la genética de las vacas, en su sanidad o en el tipo de cultivos. Un técnico de turismo puede enseñarnos a atender a las visitas y qué servicios debemos darles. Un elaborador de productos lácteos puede explicarnos cómo hacer nuestros propios productos y ofrecerlos al turista. Un profesional de la hostelería nos dará las claves para ofrecer correctamente menús y alojamientos.

Aunque nos formemos y asesoremos, no podemos perder de vista que somos ganaderos. Los recursos humanos y financieros que dediquemos a nuestra actividad como ofertantes de servicios turísticos no pueden alterar el normal funcionamiento del trabajo ganadero. Al fin y al cabo, es ese trabajo el que ha atraído al turista, aunque luego completemos la visita con otro tipo de servicios: «Lo que se va a hacer es un complemento, no una actividad principal. Tenemos que plantearnos si podemos disponer de una persona —bien de la familia, bien contratada— que se encargue de atender a los turistas sin que los ordeños, limpieza de camas, alimentación de los animales y todas las tareas de la producción de leche se vean afectadas».

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Can Gel (Canyamars, Barcelona)

Definir qué se ofrece y para quién

¿Qué puedo ofrecer a los turistas en mi granja? Esta es la primera pregunta que hay que hacerse: «Según la tipología de cada granja lechera se podrán ofrecer diferentes modalidades al turista, pasando por una visita a la granja y a todo el proceso de obtención de la leche, diferenciando distintos públicos con visitas de día. En aquellas en las que se transformen productos se podrá además ofrecer la venta y degustación de los mismos, y aquellas que formen parte de proyectos en red y tengan otras producciones además de la leche, podrán incluso ofrecer productos del campo, ecológicos o de kilómetro cero, así como apostar por el alojamiento como complemento a la experiencia de día». Es decir, y yendo de lo más sencillo a lo más complejo, podemos simplemente enseñarles cómo trabajamos para producir la leche y darles una charla explicativa, podemos servirles los productos que nosotros elaboramos u otros de la zona hechos de forma artesanal, o podemos ofrecerles comida y alojamiento, siempre en función de nuestros recursos humanos y materiales y sin descuidar nuestras otras actividades.

Se puede establecer una primera división en función del público al que vamos a recibir. El ejemplo más habitual —y algunos de ustedes ya lo habrán experimentado— es el de las visitas de escolares. Aunque este tipo de acciones están más concebidas como actividades didácticas, también pueden enfocarse desde el punto de vista del turismo. Otro grupo de visitas serían las que se realizan en familia, en pareja o con grupos de amigos, que quizá sean las que más beneficio económico pueden reportar. Un tercer grupo lo formarían los profesionales de los sectores lácteo o turístico, que desean saber más sobre nuestra forma de trabajar. Es importante disponer de servicios diferenciados para cada grupo.

También parece claro que el público al que principalmente irá dirigida la oferta turística de las explotaciones lácteas es claramente urbano, de ciudades o de localidades semiurbanas porque, por el entorno en el que viven, no tienen conocimiento de cómo es la vida y el trabajo en el campo. Ahora aún pervive una cierta vinculación, pues muchos habitantes de las ciudades se criaron en el campo y regresan de visita periódicamente. Las tareas que se realizan en las explotaciones, aunque han variado sustancialmente, no les resultan completamente ajenas. Pero esto se irá perdiendo con los años, porque las segundas y terceras generaciones ya no conocieron nada de ese mundo: «En el caso de “granjas para toda la familia”, se deben ofrecer espacios y experiencias para que disfruten los niños y puedan tener contacto con los animales, ya que su única referencia de la leche y sus derivados suele ser un hipermercado en la ciudad. Acciones tan sencillas como dar un biberón a un ternero es algo que resulta impactante para quien no conoce este ámbito, y que puede hacer por su propia mano».

El valor de la historia y lo sostenible

Un detalle importante es el de disponer de un espacio habilitado para recibir y atender a las visitas. Contar con una sala en la que podamos dar una charla explicativa o proyectar un vídeo es un punto a favor. La historia siempre resulta atractiva y es algo que se tiene en cuenta en los proyectos agroturísticos: fotos antiguas, maquinaria en desuso, archivos documentales… todo lo que es el pasado puede avivar la curiosidad de quien nos visita, especialmente si hablamos de granjas en las que ya trabaja la tercera o cuarta generación de la familia. Cuanto mayor sea y mejor cuidado esté ese patrimonio histórico, mayor será el interés que despierte.

Al hilo de la preocupación por la ecología y la demanda de productos del campo, hay que tener en cuenta que la sociedad apuesta cada vez más por lo sostenible, por lo respetuoso con el medio ambiente. El segundo pilar de la PAC —Política Agraria Común—, el de desarrollo rural, dota de presupuesto a aquellos proyectos que ahonden en esos criterios medioambientales: «A la hora de valorar la opción turística, el ganadero tiene que considerar los servicios que ofrecería y el público al que irían destinados. Además, deberá tener en cuenta que su granja sea sostenible, es decir, comprometida con el medio ambiente y la cultura local, al tiempo que le permita generar ingresos y empleos para la población local», explica la especialista.

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Can Gel (Canyamars, Barcelona)

«Hay que tener en cuenta que la sociedad apuesta cada vez más por lo sostenible, por lo respetuoso con el medio ambiente».

Ahora bien, no está de más recordar que, por muy sanos y ecológicos que sean nuestros productos, no siempre resulta fácil venderlos. Y no por falta de demanda, sino por las trabas burocráticas que se ponen a la venta directa. Durante años la UE —Unión Europea— ha animado a los productores a vender directamente los excedentes que no necesitan para autoconsumo o que no logran colocar en la industria. Pero, al menos en España, los trámites para poder realizar esa venta no son todo lo ágiles que deberían. Hay que inscribirse en demasiados registros y pagar demasiadas tasas como para que sea realmente rentable. Los mercados regionales que se realizan en muchas zonas de Francia podrían servir como modelo para superar esta situación. O los farmer markets de Estados Unidos, en los que periódicamente se autoriza a los ganaderos y agricultores a bajar a los pueblos y ciudades a vender directamente parte de lo que producen. Esos pequeños mercados serían también una buena forma de completar la oferta turística. El Mercado do Xurés, que se celebra el primer domingo de cada mes en Bande —Ourense—, y al que acuden productores de la zona con lo que cultivan, crían o elaboran en sus explotaciones, es un primer paso.

Aprovechar las nuevas tecnologías para darse a conocer y llegar a todas partes

Desde los programas de gestión a la informática de los robots de ordeño, o los cientos de aplicaciones de telefonía que utilizamos en la gestión de las granjas, las nuevas tecnologías son ya parte esencial del funcionamiento de las explotaciones. Esto también será así si nos decidimos a dar el paso de poner en marcha una iniciativa de turismo en nuestra explotación: «La tecnología entendida no para el proceso de producción, que cada uno la tendrá incorporada o no, sino para darse a conocer al mundo. El hecho de poder hacer que sepan de nosotros a través de las redes sociales, de ser capaces de vender por Internet, de asociarse a portales de agroturismo, de desarrollar aplicaciones propias para venta de productos, etc. La tecnología ofrece oportunidades antes impensables para las granjas de cara a un nuevo nicho de mercado en su negocio, vendiendo además de su leche, experiencias. El ganadero que opte por esta oportunidad seguirá vendiendo leche a sus clientes de siempre, y empezará a vender experiencias a sus turistas», afirma Nuria Sánchez.

Los GDR —Grupos de Desarrollo Rural—, financiados en su mayor parte por la UE, tienden a dar preferencia a los proyectos innovadores ligados a la actividad agropecuaria. Y cada vez es más común que las administraciones públicas contemplen, en los pliegos de condiciones para conceder subvenciones a nuevos proyectos, apartados en los que hay que indicar el plan de difusión que se va a ejecutar y el uso que vamos a hacer de las nuevas tecnologías. Pensemos que, gracias a la red, ninguna granja es inaccesible, por mucho que se encuentre en una zona de alta montaña o en el medio de una provincia poco habitada. Una correcta gestión de las redes sociales y las páginas web, o la pertenencia a proyectos de difusión comunitaria en Internet, pueden hacernos muy famosos si ofrecemos un buen servicio en el mundo no virtual.

La importancia del entorno y los servicios

En cualquier proyecto turístico, las características del entorno en el que se enmarca determinarán buena parte de su éxito o fracaso. Carreteras en buen estado, cobertura de telefonía e Internet, farmacias y centros sanitarios cercanos, establecimientos de hostelería, comercio… Cuantos más servicios haya a disposición del turista, más fácil será que se decida a visitarnos.

El ganadero que recibe al visitante puede a su vez convertirse en un agente turístico de la zona. Además de la visita a su explotación, está en condiciones de completar la oferta para que el turista pase el resto de la jornada o de los días que vaya a estar por la zona. Se le pueden recomendar restaurantes, hoteles, museos, otras explotaciones agrícolas o ganaderas, paisajes, actividades deportivas y, en definitiva, todo lo que la zona ofrezca para el ocio. Pero para eso es necesario que haya dicha oferta, y que se establezca un trabajo en red de manera que unos servicios lleven a los otros: «Es un sector en el que el asociacionismo puede generar muchas ventajas. Aquí surge otra oportunidad, si bien es cierto que el sector vitivinícola es, dentro de la agricultura, el pionero en el desarrollo del turismo en sus bodegas, creando visitas, rutas de vino, asociándose, ofreciendo experiencias, desarrollando alojamiento en torno al vino, etc. El sector lácteo tiene una gran oportunidad en regiones dónde el rural es principalmente de explotaciones de vacas de leche. En ese punto sería interesante contar con algún organismo que impulsase iniciativas que favoreciesen el turismo en el rural, cada vez con más demanda».

Mencionaremos aquí que el alojamiento y la comida son los dos principales aspectos sobre los que se informan los turistas antes de visitar un lugar. Si la oferta en esos dos apartados en nuestra zona es buena y variada, saldremos beneficiados. Pero, además, el ganadero también puede ofrecer él mismo tanto un menú como una cama en la que dormir. En este caso los requisitos serán un poco más complicados, porque habrá que cumplir con condiciones sanitarias o de seguridad y adquirir una formación más específica para hacerlo bien. Pero nada que resulte insalvable.

Experiencias exitosas de las que podemos aprender

Si en precios de la leche en origen vamos por detrás de Europa, en turismo asociado a las explotaciones lácteas también, aunque eso no quiere decir que no podamos desarrollarlo plenamente. Estamos en el momento idóneo por la creciente demanda, y tenemos las condiciones necesarias para ponerlo en marcha. Obviamente es una decisión de cada ganadero, y hay que ser muy conscientes de las posibilidades que tenemos de hacerlo y de hacerlo bien. Lo primero es producir leche, el turismo es una herramienta para generar más ingresos.

En España ya hay desde hace tiempo algunas experiencias exitosas. Can Gel en Barcelona, Xanceda en A Coruña o Arqueixal en Lugo son casos en los que el turismo se ha desarrollado plenamente y con criterios y objetivos marcados por los propios dueños. Especialmente llamativo es el caso de Granja Cudaña, en Labarces —Cantabria—. Allí han convertido la producción de leche en una verdadera experiencia cognitiva: el visitante sigue una serie de pasos mediante los cuales conoce primero a los animales y su hábitat, y luego el sistema cow confort de manejo de las vacas. Después se pasa a la parte práctica, en la que se entra en contacto directo con las vacas y se puede alimentar a las terneras. La visita finaliza con una explicación sobre los beneficios del consumo de leche, especialmente de la recién ordeñada, y con una degustación de los productos elaborados con esa leche.

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Can Gel (Canyamars, Barcelona)

«Por la creciente demanda, estamos en el momento idóneo para desarrollar un turismo asociado a las explotaciones lácteas, y tenemos las condiciones necesarias para ponerlo en marcha».

Nuria nos habla de ejemplos fuera de España de los que se puede aprender mucho. Sin duda, el mejor exponente del éxito en este campo es la iniciativa francesa «Bienvenue a la ferme» —Bienvenido a la granja—. Creado en 1988 con el respaldo de las cámaras agrarias, en el proyecto participan más de 8.000 agricultores y ganaderos de todo el país. La red ofrece prácticamente todos los servicios que se puedan solicitar, desde puntos de venta de productos frescos y de temporada hasta los mejores alojamientos y menús, o la participación directa del visitante en el trabajo diario de las granjas. Entre la múltiple oferta encontramos talleres de elaboración de quesos y mantequillas, ordeño manual de vacas, comidas preparadas por los propios ganaderos en base a recetas familiares, o la posibilidad de instalar autocaravanas en las inmediaciones de las granjas. Cada granja ofrece los servicios en función de sus posibilidades y no están obligadas a prestarlos todos. El único requisito es cumplir con las normas de calidad exigidas por la dirección. «Bienvenue a la ferme» es un ejemplo de trabajo en red: lo que una explotación no pueda ofrecer, se encuentra en otra a pocos kilómetros.

También es interesante, aunque no estrictamente turístico, el proyecto irlandés WWOOF —World-Wide Opportunities in Organic Farms—. En este caso, el granjero no tiene que hacer nada más que acoger a un voluntario y comprometerse a enseñarle las técnicas de trabajo y el idioma. De esta forma, el visitante adquiere formación como ganadero y el ganadero se beneficia del trabajo del visitante. Basándose en este modelo, se podría plantear ofrecer a estudiantes de veterinaria, de ingeniería agrónoma o de capacitación agraria la posibilidad de realizar prácticas en las granjas, pero de tal manera que vivieran en ella y se integrasen en el proceso productivo.

Conclusiones y reflexiones

Como vemos, la explotación turística de las granjas lácteas es una posibilidad real y existen ejemplos que así lo demuestran. Hay una creciente demanda de consumo directo de los productos del campo y de las actividades que ofrece el rural, tenemos los servicios necesarios para poner en marcha proyectos, ejercemos una actividad que resulta atractiva para un público numeroso, y las herramientas para desarrollar las iniciativas están al alcance de la mano. Por supuesto que no es algo imprescindible ni necesario, y la explotación turística no tiene por qué hacer desaparecer otras fuentes de ingresos al margen de la leche con las que ya trabajamos. Pero hemos querido dar a conocer el trabajo que ya se está haciendo, y el que todavía se puede hacer, para que el ganadero decida si está en condiciones de dar el paso y si quiere darlo. Para eso es preciso formarse, asesorarse, aprender nuevas habilidades y, probablemente, acondicionar en mayor o menor medida las granjas. Pero son acciones que no requieren grandes inversiones y que pueden tener un retorno económico importante.

Y tengamos siempre claro que de lo que se trata es de poner en valor la parte esencial del trabajo que realizamos: la producción de leche. Mediante los proyectos turísticos tendremos la posibilidad de convertir en dinero la difusión de nuestro método de producción, la historia de nuestra granja, el entorno en el que vivimos y trabajamos, los productos que elaboramos o las propias instalaciones si las adaptamos a cánones hosteleros. Sembrada la semilla, ahora corresponde a cada ganadero decidir.


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