Agroturismo: un posible complemento económico para nuestras granjas — Omnivoraz

Vida de Aldea y Can Gel: dos casos de éxito agroturístico

Un reportaje con Xosé Ramón Rodríguez (Vida de Aldea) y Marta Pané (Can Gel).

Una vez presentadas las claves para poner en marcha un proyecto de aprovechamiento turístico de las explotaciones ganaderas, conozcamos ahora dos ejemplos que ya están funcionando y con indudable éxito: Vida de Aldea, en Lugo, y Can Gel, en Barcelona. Son dos modelos muy diferentes entre sí por tamaño, volumen de negocio, tipo de actividades y servicios que ofrecen. El único punto en común es que ambos arrancaron como granjas familiares destinadas a la producción de leche en intensivo con vacas frisonas. Luego, como veremos, fueron evolucionando a fórmulas de vida y de negocio muy distintas. Podemos aprender de sus experiencias.

Vida de Aldea: un proyecto de inmersión rural

Tras toda una vida dedicada a la producción de leche en sistema intensivo, Xosé Ramón Rodríguez Iglesias se cansó de los bajos precios y de los agobios. De poco servía el premio por haber sido número uno de la provincia de Lugo en producción anual por vaca —con más de trece mil litros—, si todo lo que hacía era trabajar y los márgenes se reducían. Con la subida del precio de las materias primas a partir de 2009, este ganadero de San Clodio —Outeiro de Rei— pensó que, si las condiciones económicas iban a ser las casi siempre negativas que fija la industria, al menos habría que crear un espacio en el que disfrutar de todo lo que ofrece el rural.

Aunque su proyecto Vida de Aldea está siendo un éxito, lo cierto es que apenas siguió los pasos que recomiendan los especialistas: ni se formó, ni se asesoró ni trazó un plan estratégico. Simplemente fue adaptándose a lo que le iban demandando. Aún así, consiguió convertir en un importante recurso turístico lo que en principio eran solo una serie de cambios en su entorno: «En realidad hay que reconocer que no nos decidimos a emprender un proyecto turístico, fue algo que vino dado». Prueba de ello es que no realizan grandes acciones de promoción en los medios y en las redes, sino que se aprovechan más del boca a boca de quienes ya les han visitado.

El objetivo de una granja es producir leche y garantizar sus condiciones sanitarias, pero esto no significa que las explotaciones estén necesariamente sucias o descuidadas: «Empecé por acondicionar y rehabilitar todos los espacios de la granja, para vivir en un hábitat lo más atractivo y confortable posible. Quiero vivir y trabajar a gusto aquí». Así, Xosé rehabilitó construcciones que estaban caídas, plantó árboles y recuperó el entorno.

Agroturismo: un posible complemento económico para nuestras granjas — Omnivoraz

«En lugar de créditos y grandes obras, apostamos por tener imaginación y dar nuevos usos a lo que tenemos».

El siguiente paso fue diversificar la actividad, ofreciendo terrenos para huerta en alquiler a habitantes de Lugo, que está a solo cinco kilómetros. Para ello utilizó parcelas que no empleaba en la producción de forraje: «Esto hizo que mucha gente viniera por aquí y le gustara el entorno que habíamos creado. Empezaron a pedirme algunas de las construcciones que había arreglado para organizar fiestas, cumpleaños y hasta bodas. Como cada vez venía más gente, se nos fueron ocurriendo nuevas ideas para que pudieran disfrutar: cría de animales para consumo familiar, zonas recreativas y divulgativas repartidas por la explotación, actividades específicas para visitas escolares… Ahora la gente habla de esto como de un “parque”, un parque que mantienen las vacas. En mi cabeza no estaba la palabra “turismo”, sino más bien “acercamiento al mundo rural” o “experiencia en el campo”, pero bueno, no deja de ser turismo». Xosé, ingeniero agrícola de formación, explica que su modelo se basa en la autofinanciación y en el aprovechamiento de recursos ya existentes: «En lugar de créditos y grandes obras, apostamos por tener imaginación y dar nuevos usos a lo que tenemos».

Por coherencia con la forma de vida que se exhibía a las visitas, los responsables de Vida de Aldea —Xosé y su madre— transformaron la explotación de intensivo convencional a pastoreo con producción ecológica de leche. Reconocen que, a nivel de negocio y de trabajo, las vacas ya no son lo más importante, pero también que ellas son la base del proyecto, porque de lo que se trata es de conocer una explotación láctea que hace cosas diferentes. En ese sentido, explica que la producción extensiva permite cierta elasticidad con los horarios de ordeño y, de hecho, planean pasarse a un único ordeño en cuanto sea posible. Actualmente trabajan con vacas Fleckvieh, llegadas hace años de Austria y que ahora ya recrían ellos mismos. Son animales grandes que comen mucho pasto, y se hace necesario completar la ración con concentrados autorizados en producción ecológica.

De las opciones de oferta turística que hemos analizado en el artículo anterior, en Vida de Aldea se ciñen a la fórmula de visita + actividades, aunque con una intensa agenda de actividades. Por ejemplo, siguen con el arrendamiento de huertas a precios entre los veinte y los cincuenta euros mensuales, o con la plantación de árboles a cargo de las visitas. El factor didáctico es uno de los que más se trabaja con las visitas: así, a los pequeños se les muestran fotografías de cómo era antes la explotación y cómo es ahora, para que vean que en el mundo rural se puede vivir de formas diferentes y que no todo da igual.

No ofrecen alojamientos ya que, para ellos, la calidad de vida también implica privacidad y poder estar a gusto en tu casa. Aparte de esto, los turistas tienen a su disposición los locales de Vida de Aldea para lo que quieran, y se les muestra todo lo que se puede ver excepto las zonas privadas. Tampoco tienen capacidad para dar comidas, por lo que los visitantes deben llevar sus propios alimentos o solicitar al dueño que se los encargue fuera. Sin embargo, creen que sería viable y muy interesante que alguna explotación de la zona ofreciera estos servicios, pues así se haría una oferta más completa que beneficiaría al conjunto del lugar: «En verano pasa por aquí mucha gente. Si alguien ofreciera quesos frescos, helados hechos con leche de esta zona o productos de artesanía, tendría un beneficio seguro. Nosotros no tenemos posibilidades de hacerlo pero otra gente tal vez sí, y esto, sumado a alguien que ofreciera alojamientos, iría creando una red de desarrollo basada en el servicio al visitante en esta aldea».

Al margen de su oferta turística, en Vida de Aldea colaboran con entidades sociales como la Coordinadora Galega de Persoas con Discapacidade o la asociación Dignidade, que trabaja con menores. En ambos casos se ponen las instalaciones a su disposición para realizar actividades.

Basándose en su experiencia, Xosé Rodríguez anima a los ganaderos a emprender proyectos turísticos, aunque señala la importancia de disponer de suficiente tiempo, de suficiente terreno y de que las vacas estén fuera del establo. Además, deben cumplir con la premisa de mantener la granja siempre presentable, tanto para que resulte atractiva como por su propio bienestar.


Can Gel: enseñar lo que somos

La familia Gel lleva siglos asentada en Canyamars —Barcelona—. Hace más de cien años que se dedican a la producción de leche y, desde hace cuatro, han convertido esa producción en un recurso turístico de primer nivel. Igual que Vida de Aldea, fue la curiosidad de la gente la que los puso en la senda del proyecto de turismo y visitas: «Esto está a solo cuarenta kilómetros de Barcelona y, los fines de semana y festivos, venía mucha gente por la zona, veían las vacas y nos hacían multitud de preguntas. Entonces pensamos que esta curiosidad podría tener un aprovechamiento».

Marta Pané y Joan Gel, los propietarios, sí se asesoraron antes de tomar esta decisión. Encargaron un estudio de mercado que concluía que, además del flujo que podía llegar de Barcelona, los mil setecientos centros educativos que hay en sesenta kilómetros a la redonda de la explotación garantizaban una afluencia continua, siempre que se les ofreciese un servicio atractivo. Por ello, una de las primeras cosas que hicieron fue adaptar sus actividades dirigidas a menores a las unidades didácticas del departamento de educación catalán. Los menores van a Can Gel a divertirse, pero sobre todo a aprender: «Ahora tenemos visitas familiares los fines de semana y días festivos, y visitas de colegios durante todo el curso escolar. Otro público que viene de forma esporádica lo forman ganaderos de otros países, son visitas más profesionales».

Tomada la decisión de abrir las puertas al turismo, la reforma de la granja —que ya se iba a ejecutar de todas formas— se realizó para poder prestar el servicio. Así, se creó una sala para recibir y atender a las visitas, se colocaron paneles informativos y se construyeron miradores desde los que poder contemplar el trabajo con las vacas y la leche.

Esta explotación combina el sistema intensivo con el pastoreo. Cuenta con doscientas cincuenta cabezas, todas de raza frisona, de las que unas ciento treinta están en ordeño con una media de treinta y tres litros por vaca. La leche se la venden a la empresa Pastoret, que pone como condición que los animales salgan a pastar durante una parte del año. Salvo en épocas de clima extremo, las vacas de Can Gel van todos los días al prado, algo que también tienen en cuenta los visitantes: «El turismo ha incidido en que las vacas salgan a pastar, y el hecho de salir a pastar ha revalorizado la leche, de forma que nos la pagan más. Este es otro efecto positivo indirecto de haber desarrollado una apuesta por el turismo. Can Gel es una granja de leche, por lo que la facturación más importante viene por la venta de ese producto, aunque el aprovechamiento turístico deja un margen de beneficio mayor. En solo cuatro años han pasado por aquí más de 35 000 personas, y el crecimiento anual de las visitas es de entre el 40% y el 50%. Modestamente creo que nuestro proyecto de visitas está siendo un éxito, pero depende de la presencia de las vacas, es decir, nunca dejaremos la actividad ganadera por la turística, porque la segunda solo puede existir por la primera. Por otro lado, tampoco queremos masificación. Las visitas se hacen en grupos pequeños y sin prisas, de forma que se pueda aprovechar bien la jornada y que perciban que es algo exclusivo y personalizado. Es fundamental pasar tiempo con el visitante, explicarle todo lo que podamos y también escuchar sus impresiones. Una gran empresa podría hacerse cargo de esto y cuadriplicar el número de visitas, pero no es eso lo que nos interesa. No queremos que el proyecto deje de ser familiar y cercano al visitante, este proyecto lo siento como si fuera un hijo», asegura Marta.

La historia es muy importante para los responsables de la granja. Más de un siglo produciendo leche genera una importante cantidad de fotografías, documentación y herramientas que constituyen un patrimonio que los turistas de todo tipo valoran de forma especial, sobre todo las personas mayores: «Les resulta muy atractivo a todos ver cómo las granjas evolucionan y cómo han llegado a ser lo que son ahora».

Marta aclara que ellos no son hosteleros y por eso no elaboran comidas para las visitas, aunque en ocasiones contratan un servicio de catering si estas lo demandan. Tampoco elaboran quesos u otros productos, pero sí venden derivados fabricados por la marca que les compra la leche, y también algunos objetos de merchandising con la imagen corporativa de la granja: «Aquí estamos solo tres personas para atender y ordeñar a las vacas y para prestar el servicio turístico, no debemos abarcar más de lo que podamos hacer bien». Para dar alojamiento disponen de una casa rural con diez plazas, aunque ya la tenían antes de empezar a recibir visitas en la granja y no está directamente ligada al proyecto. También son de los que creen que es mejor crear tejido social, es decir, que el visitante se aloje o coma en los locales que ya existen en la zona, de forma que se beneficie toda la comunidad.

La promoción en la red es importante para Can Gel. Trabajan con canales como Facebook, Instagram o Google Business, y con portales específicos de actividades lúdico-didácticas para menores. Procuran actualizar varias veces a la semana sus redes sociales, y que la web resulte atractiva y efectiva. Pero, como en Vida de Aldea, aseguran que el mejor método de promoción es el boca a boca: «El visitante que se va contento es el mejor medio para promocionar esto. Calculamos que el 60% de la gente que viene lo hace porque algún visitante se lo ha recomendado».

«Tenemos que hacer las cosas bien para que nuestras granjas sean rentables y, al hacerlas bien, no tenemos nada que ocultar. Al contrario, debe ser un orgullo enseñar nuestro trabajo y aquello que somos».

Para aquellos ganaderos que deseen emprender un proyecto turístico, Marta tiene claro un consejo: no tener miedo a abrir las puertas de la explotación y tenerla siempre lista para recibir visitas, «no solo por la imagen que se le da al visitante, sino por nuestro propio bienestar. Los granjeros, al menos buena parte de ellos, recelan de quienes vienen de fuera a ver lo que hacemos, y eso es un error. Tenemos que hacer las cosas bien para que nuestras granjas sean rentables y, al hacerlas bien, no tenemos nada que ocultar. Al contrario, debe ser un orgullo enseñar nuestro trabajo y aquello que somos. Además, es importante explicar las cosas bien y ser atentos con el visitante. No llega con enseñar unas vacas o una sala de ordeño, hay que transmitir la pasión por nuestro trabajo».


LEE TAMBIÉN:

Agroturismo: un posible complemento económico para nuestras granjas

Agroturismo: un posible complemento económico para nuestras granjas — Omnivoraz