Joan Alibés: la ganadería busca su terreno
Una entrevista a Joan Alibés Biosca, presidente de la Sociedade Galega de Pastos e Forraxes.
Joan Alibés Biosca accedió a la presidencia de la Sociedade Galega de Pastos e Forraxes —SGPF— poco antes de decretarse el estado de alarma a causa de la COVID-19. Las actividades habituales tuvieron que detenerse, pero el trabajo diario de los asociados incluso se vio incrementado, como sucedió con toda la agricultura y la ganadería. Entrevistamos a Joan para saber en qué estado se encuentran y cuáles son las claves de futuro de la materia sobre la que trabaja la SGPF: los suelos y sus usos.
¿Qué es la SGPF?
La Sociedade Galega de Pastos e Forraxes abarca todo el sector ganadero que hace un aprovechamiento de la tierra, tanto vacuno de leche —extensivo e intensivo— y de carne como ovino y caprino, caballar e incluso avícola y porcino al aire libre. En ella no solo participan los ganaderos, sino también otros profesionales que intervienen en el manejo de la tierra, como técnicos o investigadores: «Actualmente somos ochenta socios. Nos reunimos dos veces al año —en primavera y en otoño— para hacer una puesta en común y conocer la realidad de cada uno de los sectores y de las zonas de Galicia representadas. Esas reuniones son siempre itinerantes y se celebran en una comarca ganadera. El objetivo no es prestar servicios a los ganaderos, sino representar al sector, aportar conocimiento en profundidad y hacer propuestas transversales. Las decisiones políticas sobre la tierra afectan tanto a una explotación de cabras en el monte como a una granja de trescientas vacas en intensivo, y nosotros intentamos aportar nuestra visión para que esas decisiones beneficien a todos. La SGPF no tiene ánimo de lucro ni cuenta con empleados».
La SGPF es una correa de transmisión para intercambiar conocimientos técnicos y prácticos, pero también experiencias personales y empresariales: «Debo decir que los ganaderos, los técnicos y los investigadores que vienen a las reuniones hacen una buena valoración, porque podemos conocer las condiciones de cada cultivo en cada terreno y en cada comarca. En Galicia tenemos un importante centro de investigación, pero considero que no está bien aprovechado. Muchos ganaderos en intensivo nos dicen que no les resulta útil y algunos en extensivo dicen que, sencillamente, no les llega información. También existe la Sociedad Española de Pastos —SEP—, que, a nuestro juicio, hace un trabajo excesivamente científico y no suele contar con los ganaderos. No lo criticamos, pero no es nuestra filosofía de trabajo».
«Hay que ir poniendo el foco no tanto en la famosa España vaciada, sino en la España excesivamente concentrada. En Galicia el fenómeno es más leve, pero también está presente».
Ordenación del territorio y futuro
«La falta de aprovechamiento del terreno agrario en Galicia es un problema muy complejo. Si fuese sencillo, ya estaría solucionado hace años. Se necesitan políticas a largo plazo y herramientas de prueba y experimentación, además de mucho trabajo. Todos coincidimos en señalar el abandono, el minifundismo, la multiplicidad de propietarios —a veces desconocidos—, el exceso de forestación, la falta de apoyos administrativos… El diagnóstico parece claro. La dificultad está en señalar líneas de acción concretas y llegar a aplicarlas».
«Nosotros estamos convencidos de que la repoblación rural va a llegar sí o sí. Hoy la población se concentra en las ciudades, y a esas ciudades hay que llevar todo lo que consumen en alimentación porque allí no se produce nada. Eso tiene un coste ambiental enorme porque hay que envasar y transportar toda esa comida. Hay que ir poniendo el foco no tanto en la famosa España vaciada, sino en la España excesivamente concentrada. En Galicia el fenómeno es más leve, pero también está presente».
«Así, en las ciudades van a tener que reducir el impacto que tienen en el medio ambiente y en la estructura económica. Por eso, insisto, creemos que la repoblación rural llegará; la cuestión es si estamos preparados para esa repoblación, para asumir a toda esa gente que dejará las ciudades. Con la pandemia ya vemos que se ha disparado la demanda de viviendas en el rural, y eso solo es un asomo de lo que puede ser más adelante, pero no olvidemos que habrá quien quiera salir de las ciudades y no encuentre cómo o no esté capacitado».
«La vida en el campo es muy difícil. Dependes del clima, y de unas relaciones sociales muy intensas y diferentes de las urbanas. Me río de Facebook. La red social que se da en el rural gallego es potentísima, fue de lo que más me sorprendió cuando llegué a Galicia, para bien y para mal. Encuentras muchos obstáculos, pero también mucha ayuda. La capacidad de obtener o perder cosas en función de cómo entres en la red es determinante. Por eso el trabajo con la gente que llega al campo debe ser de acompañamiento. No llega con legislar; hay que conocer los códigos sociales de cada zona. Es mucho más útil saber qué camino utiliza un rebaño o por dónde no se puede meter un tractor que cualquier norma en el Diario Oficial de Galicia —DOG—. Formación, financiación y asesoramiento continuo son los pilares para facilitar la incorporación en el rural, pero hay que crearlo y siempre tiene que ser individualizado».
«Hay quien llega de la ciudad e invierte todos los ahorros en un proyecto para, al cabo de cinco años, darse cuenta de que el 90 % de lo que invirtió no le sirvió para nada. Y hay otros que vienen sin ahorros y creen que en dos días ya van a tener su proyecto funcionando. Eso pasa porque no fueron asesorados y acompañados».
«En la mayor parte de los casos, el eucalipto es una forma de abandono del rural, un último recurso para gente que no vive de la tierra y que tiene ahí un complemento de rentas».
Convivir con el eucalipto
«En la mayor parte de los casos, el eucalipto es una forma de abandono del rural, un último recurso para gente que no vive de la tierra y que tiene ahí un complemento de rentas. Para gestionar un eucaliptal basta con tener un teléfono: llamas una vez para que lo planten, otra al cabo de unos años para que vayan a desbrozar y otra más para que vayan a cortarlo. El eucalipto no fija población en el medio rural, todo lo contrario; supone un lastre para quien sí que quiere vivir en la tierra y trabajarla».
«Personalmente, creo que la rentabilidad del eucalipto es muy relativa. Sale rentable porque no se asume ningún coste asociado a la producción. Los eucaliptales requieren un gasto de prevención y extinción de incendios, pero ese gasto no recae en los dueños de los árboles, sino en el conjunto de la sociedad. En la ganadería sucede lo contario, porque los pastos y forrajes no arden y son barreras contra el fuego, pero todo el gasto es para el ganadero. Opino, además, que la lucha contra los incendios es una cuestión de seguridad ciudadana y, por tanto, no puede estar gestionada por las consejerías de Medio Rural o de Medio Ambiente, que están para otras cosas».
«El eucalipto también tiene un coste de reversión enorme, que no es asumido por los propietarios. Convertir un pasto en monte y un monte en pasto es fácil y casi no supone esfuerzo, pero transformar un eucaliptal en un terreno para aprovechamiento agrícola es muy caro y muy complejo. Para que la tierra procese todos los alcaloides del eucalipto pueden pasar más de diez años, y con una gran inversión porque hay que moler todos los tocones. Eso en el plano individual. En lo colectivo, es imposible desarrollar actividades alternativas en lugares donde hay un monocultivo muy extendido, como está pasando en zonas de Galicia. Esto es algo que afecta especialmente a los criadores de cabra y oveja porque, si uno de ellos quiere que le recojan los corderos o los cabritos, necesita que haya más explotaciones cerca. De no ser así, los operadores no van porque no es rentable ir y recoger pocos animales. Esto lo saben bien en las granjas de leche, que vieron rutas cerradas en los últimos años. En resumen: si la mayor parte del terreno está con eucaliptos, no hay sitio para la ganadería, que puede generar economías de escala y que acaben colaborando entre ellas directa e indirectamente».
«Debemos ir cada vez más a sistemas que tengan el menor impacto en el medio ambiente y reduzcan las huellas de carbono, hídrica y de biodiversidad».
Gestión de los suelos
«Por la emergencia climática, por responsabilidad medioambiental y por los criterios que marca la Política Agraria Común —PAC—, debemos ir cada vez más a sistemas que tengan el menor impacto en el medio ambiente y reduzcan las huellas de carbono, hídrica y de biodiversidad. Cualquier modelo de producción que dependa en exceso de un solo cultivo va a ser cada vez más frágil, porque estamos empleando modelos excesivamente intensivos. Hay que empezar a mirar los suelos no solo por lo que crece por encima de ellos, sino por lo que sucede debajo».
«Los pastos permanentes de zonas húmedas son los terrenos agrícolas con más capacidad para fijar carbono en el subsuelo, pero para que eso sea efectivo es necesario que el terreno no se toque durante un mínimo de cinco años. Si cada año removemos la tierra, lo que hacemos es liberar carbono a la atmósfera, el cual hay que reponer en el suelo. Lo que estamos haciendo, mayoritariamente, es remover la tierra todos los años y llenarla de estiércol y purín, que, además de excelentes fertilizantes, son un gran aporte de carbono orgánico. Eso ya no es sostenible y debemos volver a sistemas en los que la mayoría del terreno no se laboree cada año».
«El modelo más adecuado es el pasto permanente. Ojo, eso no significa que la tierra tenga que ser como la sabana y nos limitemos a mover los animales por ella. No. Se puede ir a siembras y fertilizaciones directas u otras intervenciones. Tampoco hay que erradicar de todo el modelo de arado y siembra anual de cereales forrajeros, pero la base de los cultivos para alimentación del ganado debe ser con la menor intervención posible en el suelo. Conviene aclarar que un robledal, un brezal o cualquier lugar que sirva para que coma el ganado entran en esa categoría de espacios permanentes para pasto».
Al respecto de que en Galicia haya granjas cada vez más grandes, que necesitan muchas hectáreas de forrajes que hay que renovar todos los años, Alibés comenta: «Yo no creo que ese modelo intensivo de gran volumen sea el futuro. Primero, porque la PAC va a penalizar cada vez más esas prácticas y, segundo, porque ya comienzan a aparecer restos de fitosanitarios contaminantes incluso en los acuíferos donde proliferan esas granjas. Ya sé que se lleva invertido mucho en esas explotaciones, pero estoy convencido de que más pronto que tarde la realidad pondrá fin a esos modelos».
«El precio de la leche ecológica va a seguir subiendo durante un tiempo, porque se disparó la demanda en toda Europa y porque las características de Galicia hacen que sea muy barato producir en sistemas ecológicos».
Sistemas intensivos, ecológicos y de pastoreo
«El precio de la leche ecológica va a seguir subiendo durante un tiempo, porque se disparó la demanda en toda Europa, y más con la pandemia, y porque las características de Galicia hacen que sea muy barato producir en sistemas ecológicos, especialmente por la abundante agua. El diferencial entre leche de vacuno ecológica y convencional es de casi el 50 %. Hay que darse cuenta de que son 0,30 euros/litro de media en intensivo frente a 0,50 euros/litro en ecológico. Y no creo que estemos ante una burbuja. Puede haber leves bajadas, pero no de más de cinco o seis céntimos, porque los costes seguirán siendo muy bajos… y aún pueden bajar más».
«Además, podemos pastorear sin necesidad de laborear la tierra. Curiosamente, el cambio climático favorece aún más el pastoreo en Galicia, porque las lluvias no disminuyen y las temperaturas de invierno son más suaves, de modo que la hierba ya empieza a crecer en esos meses. La tendencia se invirtió: antes dábamos forrajes conservados en invierno, porque con la nieve, la helada y el barro no se podía pastorear. Ahora es en verano cuando damos ensilados y hierba seca, porque los prados están yermos con la subida de las temperaturas. Por ejemplo, lo que yo siego en junio lo comen las ovejas en julio, agosto y septiembre».
«Hasta hace unos años, el pastoreo era un modo de completar las raciones con lo que se tenía cerca de casa, una especie de herencia de las ganaderías de subsistencia. Hoy ya estamos con un pastoreo dirigido, tecnificado y en el que es necesario adquirir conocimientos y comparar experiencias para llegar al modelo que mejor se adapte a nuestros recursos. Hay quien deja las vacas una semana en el mismo prado o quien las cambia a cada ordeño; se deben tener en cuenta los condicionantes de cada uno. El clima, la mano de obra, la ubicación de las fincas, la composición de la tierra, la genética del rebaño, etc.».
«Una de las principales limitaciones que encontramos al asesorar ganaderías son las relaciones familiares y sociales. Estamos en el siglo xxi y no podemos seguir con criterios del xx. La gente joven necesita tiempo para vivir, no puede estar atada a la explotación las 24 horas o tener miedo a probar nuevos modelos, y eso se topa muchas veces con la oposición de familiares y vecinos. Tengo que decir que la Administración pública renunció a ejercer esa labor de asesoramiento técnico y de acompañamiento. Lo externalizó y privatizó. Las oficinas agrarias no son centros de tecnificación, sino entes administrativos puros y duros».
«Veo que en el vacuno de leche vamos hacia una dicotomía. Cada vez habrá granjas más grandes en intensivo, pero también un mayor número de explotaciones que se pasan al pastoreo, y en el medio non va a haber nada. O tienes sobre cuatrocientas vacas mantenidas con maíz y hierba en la nave o te dedicas al pastoreo y dejas el maíz. Ojo, el pastoreo no tiene por qué ser de corte familiar; ya existen sociedades agrarias de transformación —SAT— que aplican ese modelo, pero el condicionante de una vaca por hectárea lleva a pensar en pequeños proyectos familiares».
«En el vacuno de carne veo que se necesita profesionalizar más el sector; por ejemplo, en las fórmulas de comercialización. Hay que desterrar la práctica de buscar la manera de vender un ternero como sea; es mejor apostar por vender lotes de animales. También es necesario incrementar el número de explotaciones por encima de las cincuenta cabezas de ganado. Hoy existe mucha pequeña ganadería que solo sirve de complemento de rentas y que no tiene futuro. Hay que ir a granjas de tamaño medio que permitan economías de escala y tecnificación».
«El problema es producir carne que no tenga mercado. Por ejemplo, las razas autóctonas que están en peligro de extinción casi producen solo para vida, es decir, madres y sementales para otras ganaderías. No hay hábito de consumo de esas carnes y no es fácil crearlo, aparte de que los costes son mucho mayores. Otro ejemplo: un cordero de oveja gallega criado en pasto tarda cuatro meses en llegar a nueve kilos. Por el contrario, uno de raza texel puede llegar a dieciocho kilos/canal en esos cuatro meses y en las mismas condiciones de cría. En conclusión, hay que mantener las razas autóctonas, por supuesto, pero no perder de vista que las explotaciones tienen que ser rentables. Tenemos que adaptar nuestros recursos para conseguir la máxima eficiencia: reducir costes y obtener un producto de calidad y en cantidad».
«Hoy no se dan las circunstancias para que en Galicia haya una industria cárnica o láctea de ovino o caprino. Falta densidad. En esta zona —A Terra Chá— hay unas dos mil ovejas y vamos haciendo alguna cosa en común, pero en el resto del territorio está todo muy atomizado. A pesar de que es la primera comunidad en número de explotaciones ovinas y caprinas, con algo más de veinte mil, la media es de diez animales por explotación y el censo gallego solo representa el 1 % del total de la cabaña española. El de la lana también es un recurso que no se aprovecha, pues es algo que depende de la industria textil y esta está en Asia. La industria tiró los precios tanto como pudo para poder vender ropa a bajo coste; así, lo que antes era un recurso —incluso se pagaban las rapas— ahora es un gasto. Rapar una oveja cuesta 1,50 euros y, en el mejor de los casos, sacas 0,50 euros por su lana. Este año, por la pandemia, no tuvo salida. Yo decidí almacenarla hasta el año que viene, ya que es algo sencillo».
«En Francia la ley no permite que se pague más de 150 euros/hectárea, por lo que la mejor tierra nunca pasa de ese precio, algo digno de analizar».
Su experiencia
Joan Alibés Biosca —Barcelona, 1981— es Ingeniero Técnico e Ingeniero Agrónomo por las Escuelas Superiores de Agricultura de Lleida y Barcelona. Después de trabajar varios años como asesores en Catalunya, y ante la imposibilidad de establecer una explotación en terreno catalán por las dificultades de acceso a la tierra, su pareja —gallega de Meira— y él se trasladaron a Galicia. Cuando llegaron, pudieron hacerse con 25 hectáreas facilitadas por el Banco de Tierras, que, dicen, es el terreno mínimo para poder arrancar con una explotación. Ahora disponen de 33 hectáreas y siguen compaginando la labor ganadera con la de asesores técnicos a explotaciones. Su cabaña se compone de 260 ovejas adultas y 120 corderos de recría. Recientemente, se deshicieron de los machos con los que venían trabajando para introducir variantes en la genética.
«Para que una explotación familiar sea rentable y se pueda vivir solo de ella, hay que llegar a vender trescientos corderos anualmente, tener un rebaño de por lo menos quinientas ovejas y disponer de unas cincuenta hectáreas de terreno. Nosotros, que estamos creciendo, llegamos a un acuerdo para pastorear durante el invierno, a mayores de nuestras treinta y tres hectáreas, otras treinta que pertenecen a granjas de leche de vacuno en intensivo. Esto beneficia a ambas partes: a nosotros nos sirve para alimentar a las ovejas y a ellos les evita tener que sacar las máquinas —con el consiguiente gasto de gasóleo— para eliminar esa hierba que acabaría pudriéndose. El cambio climático favorece esta colaboración, porque cada vez hay más pastos en invierno debido a la subida de las temperaturas. Este es un ejemplo más de cómo funciona la red social en el campo gallego».
La explotación está orientada exclusivamente a la producción cárnica, por lo que descartan cualquier proyecto de elaboración de quesos o de venta de leche, especialmente por el tipo de razas con las que trabajan. Sin embargo, Joan asegura que en Galicia sería posible producir queso de oveja y de cabra en algunas explotaciones y que existe suficiente mercado para ello.
La familia Alibés tiene la explotación en A Terra Chá —Lugo—, una de las comarcas de más importancia en cuanto a vacuno de leche de toda Galicia. Esto puede ser un problema: «Por las veinticinco hectáreas del Banco de Tierras pagamos desde hace años el alquiler que correspondía a monte, pero ahora las convertimos en pasto y habrá que pagar por pradera. La cuestión es que se paga en función del precio medio de pradera que hay en la parroquia, pero nosotros tenemos los terrenos en una zona alta y las praderas están en la baja. Nos puede salir en unos 200 euros/hectárea. Quiero destacar que en Francia la ley no permite que se pague más de 150 euros/hectárea, tanto terreno público como privado, por lo que la mejor tierra nunca pasa de ese precio, algo digno de analizar. Evidentemente, si yo tengo que hacer frente a esos nuevos costes, prefiero cerrar la explotación. Sería una inversión inasumible, y con las ocho hectáreas que me quedarían tampoco sería viable seguir. La tierra está muy cotizada aquí y el vacuno de leche intensivo tiene mucha capacidad económica para hacerse con ella».
En la explotación son imprescindibles los perros, pero solo los de guarda, no los de guía: «Nosotros no cambiamos las ovejas de prado cada día, por eso no usamos perros de guía. Los perros son animales que tienen que trabajar todos los días para ser rentables y efectivos, y no es nuestro método. No tiene sentido invertir en perros guía para emplearlos una vez a la semana o menos. Por el contrario, los mastines son clave para defender el rebaño de ataques de lobos u otros animales.
Las treinta y tres hectáreas lindan entre sí, por lo que las ovejas no tienen que cruzar caminos asfaltados ni hacer grandes desplazamientos para ir alternando las zonas de pasto. Esto es decisivo para la buena salud del rebaño y para que no sufra el desgaste que supondría hacer traslados diariamente. Para el transporte de las ovejas hasta los pastos que les ceden las granjas de vacas utilizan un camión que les permite desplazar lotes grandes. La alimentación es siempre a base de hierba, aunque en ocasiones muy puntuales, como cuando hay un grupo en lactancia o cuando escasea el pasto, se puede complementar con cebada en grano con corrector.
Joan Alibés es la cabeza visible del proyecto Beealia, que nació como una iniciativa de venta conjunta de la carne de oveja, pero hoy está más enfocado a la labor de asesoramiento a explotaciones ganaderas, sobre todo de vacuno. Además, organizan cursos formativos para ganaderos y ganaderas por todo el territorio gallego.