El rural nos ha hecho civilizados — Omnivoraz

El rural nos ha hecho civilizados

Un artículo sobre la importancia de la agricultura y la ganadería en la historia de la humanidad.

Nos encontramos a las puertas de la primera generación que crecerá sin poseer ningún vínculo familiar con el rural, lugar de origen de nuestros alimentos. Creer que esto no tendrá mayor relevancia en el futuro desarrollo de la sociedad, claramente encaminado a girar en torno a las grandes ciudades, sería un despropósito considerable pero nada novedoso. El presente no es más que la cosecha de todo lo sembrado a lo largo de la historia y, si queremos entenderlo, debemos conocer el pasado para, a ser posible, evitar cometer los mismos errores. Apelamos pues a la curiosidad e interés del lector, y le invitamos a acompañarnos en un viaje por la historia. Un trayecto que, con suerte, nos llevará a reflexionar sobre cómo hemos llegado a esta situación de abandono y desvalorización de todo lo que concierne al ámbito rural.

Si hablamos del rural y de alimentación, no podemos obviar la importancia que la agricultura y la ganadería han tenido, tienen y tendrán en la historia de la humanidad, resultando transcendentales para comprender su devenir. Acudamos pues a sus orígenes, más de nueve mil años atrás, cuando nuestros antepasados eran recolectores nómadas. En algún punto de la histórica región del Creciente Fértil, entre la cuenca del río Nilo y las del Tigris y el Éufrates, alguien sacó partido de una climatología y suelo propicios para sembrar unos granos de trigo que más tarde cosecharía. Al abandonar la necesidad de desplazarse para encontrar alimento, el ser humano pasó del nomadismo al sedentarismo y se asentó de forma estable en un lugar concreto. Este fue el nacimiento de la agricultura y, con ella, de la civilización.

Aquellas primigenias comunidades se dividieron en agricultores y cazadores. Estos últimos pronto vieron que, si habían domesticado al lobo, cultivando más grano podrían domesticar a otros animales y alimentarlos con sus excedentes. Así surgió la ganadería, el descubrimiento que impulsaría definitivamente la civilización humana. Esta transformación radical del modo de vida, pasando del nomadismo al sedentarismo y de una economía recolectora a otra productora, agrícola y ganadera, fue la mayor revolución de la humanidad.

El rural nos ha hecho civilizados — Omnivoraz

«Compaginando agricultura y ganadería, las comunidades originarias se convierten en grandes asentamientos».

Compaginando agricultura y ganadería, las comunidades originarias se convierten en grandes asentamientos. Hay abundancia de comida in situ, la población crece y el ser humano se especializa. Surgen agricultores, ganaderos y artesanos para dar solución a problemas de almacenaje, transporte y herramientas de trabajo. Ya tenemos todo el engranaje listo. Con la especialización de cada ciudad se generan excendentes, cuyo intercambio empieza a ejecutarse por grupos de personas. Nace el comercio, una actividad que crece anualmente y genera cada vez más riqueza, haciendo necesario un registro de las numerosas transacciones. Llegamos así al momento cumbre de aquellas primeras civilizaciones: el nacimiento de la escritura, que facilita la seguridad en el intercambio y da pie a crear una administración que, con el tiempo, generará estados o ciudades estado.

Durante este largo camino, con el estómago lleno y guarecido bajo un techo, el ser humano miró hacia otro lado y comenzó a buscar divinidades para las incipientes religiones. Desde los albores del tiempo nos encontramos con la Madre Gaia —madre Tierra—, con Demeter —diosa griega de la agricultura— y Ceres —su equivalente en la mitología romana—, con Belenus —dios celta cuya celebración con hogueras coincidía con el solsticio de verano, al igual que hoy en día en la festividad del San Juan— o con Renenutet —diosa cobra de la alimentación, la fertilidad y la cosecha en el antiguo Egipto, que ostentaba el mayor galardón como guardiana del faraón—.

Solo con este breve repaso podemos tomar conciencia del enorme peso de lo agrícola en la antigüedad, incluso en sus religiones. También en los orígenes de Roma se concedía máxima importancia a la agricultura. De hecho, la mitología romana nos cuenta que el propio Rómulo trazó la primera frontera de Roma, abriendo un surco con un arado. Su hermano Remo se burló de aquello y la cruzó, pereciendo a manos de Rómulo. En su mitología, los romanos ya daban a entender que cualquier foráneo que tocase sus tierras de cosecha, aún siendo su propio hermano, pagaría con la vida.

La importancia de la agricultura parece descender cuanto más se supone que evolucionamos. Pero visto lo visto, no deberíamos olvidar que el futuro será el fruto de lo que hoy sembremos, y que este dependerá de cómo cuidemos nuestra cosecha del presente.