Un enigma en tu bolsillo
Una opinión de Alarico de Roque, ganadero.
En este Samhain, tiempo de lo paranormal, fantasmal y misterioso, os propongo descifrar el enigma de la moneda española de dos euros y, tratando de emular la radiofónica Tertulia de las cuatro C, sacar a la luz toda la simbología que contiene este medio de pago del nuevo milenio.
Comenzando por el centro, podemos ver una pequeña circunferencia sobre la que está impreso el símbolo del euro —€—, lo que nos indica claramente cuál es el interés final de aquellos que ostentan algún poder mundial: el dinero, por supuesto. Hasta aquí nada nuevo. Ahora vayamos girando alrededor de ese mundo en el sentido de las agujas del reloj partiendo desde la fecha —2002 • 2012—:
Lo primero que encontramos es un edificio con el símbolo € dispuesto sobre su fachada. Evidentemente, representa los bancos, aquellos buenos guardianes de nuestro capital o, más bien, los custodios de nuestras deudas, a partir de las cuales pueden invertir en nuevas tecnologías que nos ayudan en nuestro día a día. Este sería el caso de los molinos eólicos, financiados por esos bancos —o fondos buitre— y cuya silueta se dibuja en la moneda justo a continuación.
Sigue a los aerogeneradores el emblema de la industria, ¡cómo no! La primera en recibir la energía —también a mejor precio— es la que ayuda a mantener a esos «inversores» a través de su oferta de empleos precarios, pero con el suficiente beneficio para enganchar a la sociedad a lo insustancial de un hobby semanal que sirva de válvula de escape mental. Tres edificios continúan esta cadena de la energía; los kilovatios que sobran de la industria terminan en las casas o, mejor dicho, los que terminan en las casas son los que equilibran los precios al alza de ese kilovatio para poder pagar los merecidos sueldos de los consejos de administración de las compañías eléctricas.
Y así llegamos a la población. Un grupo compuesto por una niña, un hombre, una mujer y un niño —que también puede considerarse representativo de una familia prototípica— levantan sus brazos vitoreando este sistema basado en el capital y que solo gira en torno a él. El mismo sistema que presume de la energía renovable mientras que la industria sigue echando humo; el mismo al que llaman economía circular —o el circular de la economía—, cuando lo que quieren decir realmente es que todo esto solo es un círculo cerrado del que no está permitido escapar, porque aquellos que lo hagan serán estigmatizados como peligrosos antisistema.
Esta particular rueda se completa con un barco, aparentemente pesquero. Como diría la más despierta de las cuatro C de la ya mítica tertulia, en esta embarcación radica el verdadero enigma, cuya solución trato de poner al descubierto en este artículo, cual nudo gordiano. Parece ser que el mar será el único sustento de la humanidad; de hecho, el agro no ha tenido espacio en este círculo, salvo que consideremos que este será el emplazamiento de aquellos gigantes aerogeneradores.
Así, lejos de vitorear, quizás esas figuras humanas estén hambrientas y eleven sus brazos suplicando alimento, en una sociedad en la que las casas en propiedad se convierten en un lujo de una menguada clase media que trabaja para industrias cada vez más exigentes laboralmente, pero menos pagadoras, mientras alardea de tener una energía renovable que invade nuestros campos —antes fuentes de comida—, y todo ello con el único beneficio de los fondos de inversión, que no son más que los mismos de siempre con otro nombre. Una de las claves para lograr cortar este nudo sería darnos cuenta de cómo nos meten en los bolsillos estos mensajes subliminales para que vayamos asumiendo como aceptable algo que, en realidad, no lo es. Sin embargo, callamos, cerramos la mano y reforzamos este círculo.
Un ejemplo: el último de los inventos del capital es privatizar el viento, usando herramientas públicas para conseguirlo. Esos generadores eléctricos, antes escasos, ahora están acuñados en las monedas de dos euros —las de mayor tamaño—, para que nuestra psique se vaya acostumbrando a ellos y los asuma como un eslabón de esta cadena necesario para el futuro, eso sí, a costa de cualquier cosa y gente. De este modo, nos encaminamos hacia una energía renovable que dejará en el rural más cadáveres que beneficio; un campo deshabitado, vaciado, pero con un viento dominado y doblegado ante el capital, como aquel océano Atlántico azotado por un Calígula enfadado al ver las bravas olas del canal de la Mancha.
A veces los enigmas no son cosa de otro mundo, sino cuestiones cuya comprensión solo depende del punto de vista desde el que se observen.