Pandemias y siglos
Un artículo de Tamara González López, historiadora.
Una de las primeras referencias a la gripe de 1918 en medios lucenses data del 24 de mayo de ese mismo año; aunque, en teoría, ya había habido una primera oleada al inicio de la primavera en distintos puntos de la geografía peninsular, incluida Galicia.
En términos telegráficos, el periódico La idea moderna aludía a la «epidemia reinante» que se seguía propagando en la corte madrileña y cifraban en un 30% la población «que se halla en cama de la dolencia». El día anterior, otro periódico gallego advertía de una epidemia en Madrid «que algunos califican de grippe» y que ese «extraño mal» atacaba repentinamente y en lugares concurridos. Cinco días después, el mismo medio publicaba que la epidemia seguía propagándose en Madrid y cifraban a los enfermos «en más de cien mil»; al mismo tiempo, anunciaban que «hizo su aparición la epidemia gripal en algunas capitales donde no se registraran casos». Además, igual que en la actualidad, eran «muchas las familias que anticipan el verano marchándose al campo» para evitar la «enfermedad de moda», como dio en llamarse. Al día siguiente, se afirmaba que muchos de los enfermos ya estaban recuperados y que las precauciones sanitarias provocaban que «la epidemia tienda a decrecer». Misma tendencia de calma y reducción de enfermos que transmitían las breves referencias de los días siguientes, aludiendo a la recuperación de personas destacadas como la infanta doña Isabel o el conde de Romanones, ministro en el momento de Gracia y Justicia. Mas, al mismo tiempo, otras noticias y otros medios iban dando otra perspectiva de la magnitud de la epidemia al clausurarse escuelas en Valencia e ir llegando noticias de otros puntos sobre el incremento de los enfermos.
Ni en la provincia de Lugo ni en la comarca había habido aún algún caso (o que se supiese) y la vida seguía su curso. De hecho, el 21 de junio se publican las fiestas que se iban a celebrar entre e 6-9 de julio en honor de san Antonio, que incluían conciertos de la banda municipal, pasacalles de la banda con gigantes y cabezudos, carreras de bicicletas, folión, misas y procesiones, bailes, iluminaciones y pirotecnia, batalla de flores; así como otros elementos menos tradicionales como «fengós japoneses y globos grotescos» y otros tan actuales como «concurso de escaparates o festival gallego» en el soto de Pousada con premios al mejor vino o al puesto de rosquillas mejor adornado. También otros dignos de ser resucitados como el premio al ciego que mejor ejecutase «aires gallegos», a la pareja que mejor bailase la muiñeira y a la que mejor traje del país vistiese.
Efectivamente, la enfermedad se estaba reduciendo: en junio de 1918 fallecieron oficialmente en toda España 2214 personas por gripe, 1598 en julio y solo 895 en agosto. Mas solo era la calma antes de la tempestad: en septiembre fallecieron 7090 personas, 71 504 en octubre, 37 937 en noviembre y 8915 en diciembre. Dado que desconocemos los indicadores que se emplearon en el diagnóstico, no podemos aseverar que los fallecidos por neumonía fuesen realmente por gripe, pero coinciden en ser octubre y noviembre los meses de mayor letalidad (3390 y 1840, respectivamente). De los 7000 muertos anuales por gripe en los años anteriores se pasó en 1918 a 147 060 muertos. De ellos, 3625 fueron de Lugo, la menos afectada de las provincias gallegas (A Coruña 7763 muertos, siendo la cifra máxima de España en ese año, Pontevedra 3805 y Ourense 5211) y la décimo sexta a nivel de España. Señal de la letalidad de esta enfermedad es que estas defunciones se concentraron en unos meses, ya que no fue hasta pasado el verano cuando llegó a Galicia.
Los fallecidos por gripe en la provincia de Lugo en el mes de septiembre fueron 77, se podrían añadir los fallecidos por otras enfermedades relacionadas con el aparato respiratorio como bronquitis (73) o neumonía (41). Eran cifras superiores a la media, pero aún se incrementarían más. Implica que el grueso de los más de 3600 fallecidos en Lugo por gripe en 1918 se produjo en el mes de octubre y noviembre. Sin duda alguna, fue esta oleada de la enfermedad, la de octubre-noviembre de 1918, la que más afectó a la zona sur de Lugo.
En toda Galicia, los hechos se fueron sucediendo con mucha rapidez. El 20 de septiembre de 1918, la ciudad de Pontevedra iniciaba el saneamiento de los que consideraba posibles focos de infección «en previsión de que invada esta ciudad la epidemia gripal»; y se constata la existencia de enfermos en los destacamentos militares de Ferrol y Ourense. El 23 de septiembre, Vilalba fue declarada «epidemiada» con parroquias contagiadas en su totalidad. El 28 de septiembre se informa que la Universidad de Santiago suspendía indefinidamente su apertura para evitar la difusión de la enfermedad. El 3 de octubre se registran casos en Mondoñedo; el 4 de octubre se recoge en los periódicos que Vilalba era uno de los lugares con más contagiados, aunque ya había un descenso. El 7 de octubre se suspende la «facultad de emigrar» por real orden del ministerio. El 16 de octubre de 1918 se especifica que «en Lugo, Chantada, Ribadeo y Sarria sigue en aumento» el número de contagiados. Al día siguiente, la situación en Viveiro mejora, pero «no puede decirse lo mismo respecto de Chantada. Allí el número de atacados es grande y el de defunciones relativamente crecido». El día de san Lucas, el 18, «en Chantada y Bóveda aumentan las defunciones» y otro periódico situaba Chantada como una de las cuatro zonas con mayor número de contagiados. El incremento de enfermos aún continuaba el 26 de octubre.
La situación era tal que el 24-25 de octubre visitaron Chantada «con motivo de la epidemia» el obispo Basulto, el Gobernador Civil Alberola y el inspector provincial de sanidad, don Emilio Domínguez; los dos últimos, además de llevar medicamentos y desinfectantes, donaron doscientas pesetas cada uno para el socorro de los pobres.. Aunque, atendiendo a lo publicado en el diario El Norte de Galicia, la donación del gobernador civil no tenía mucho mérito, ya que provenía de la suma para tal efecto remitida por el ministerio. Esta visita permite saber que ya no era la villa la zona más afectada, sino que la gripe había llegado a las aldeas inmediatas en las que estaba causando estragos.
No fueron las únicas donaciones que se recibieron, a pesar de que la mayor parte quedaron en el anonimato y el olvido, algunos por voluntad propia, pues decidían firmar como «una devota» o «un vecino». La donación que más se difundió, tanto por lo que implicaba al donante como por el efecto llamada que se pretendía, fue la de don Leonardo Rodríguez Díaz, alcalde de la propia villa de Chantada y diputado en las Cortes. Según El regional, encabezó la «suscripción con destino al socorro de los enfermos pobres de dicho municipio, víctimas de la epidemia reinante» con quinientas pesetas; tras él, se sumaron más. El propio periódico se deshizo en grandes alabanzas para él: «una prueba más del verdadero y acendrado cariño que el celosísimo diputado a Cortes por Chantada profesa a su distrito que recibe hoy conmovido tan valioso donativo gracias al cual podrán tener pan y los medicamentos más precisos los pobres de aquella castigada villa que pronunciarán con veneración el nombre del caritativo donante».
En noviembre la situación parece que mejoró al reducirse el número de contagiados y solo se localizaban focos en diversas parroquias del interior lucense. Se reactivó la sociedad, la economía y la movilidad, ya que entre otras medidas se volvieron a autorizar —con restricciones— las emigraciones y la actividad académica a partir de enero. Con todo, hasta el 10 de enero de 1919, no se declaró «no epidemiados» a los municipios de Carballedo, Chantada, Taboada y Monforte, entre otros, mientras el resto permanecía bajo tal condición de «epidemiados».
Pero la tranquilidad no duró mucho en la provincia y ya a finales de febrero, el Diario de Pontevedra reproducía una breve mención, casi telegráfica, sobre la llegada de la gripe a Lugo: «dicen de Lugo que se ha reproducido allí la gripe. Se cree que la trajeron los quintos que han llegado estos días. En el hospital hay numerosos atacados habiendo ocurrido algunas defunciones».
Desde luego, no alcanzó las cifras de octubre de 1918, pero las nuevas oleadas de la gripe si tuvieron un impacto fuerte en la provincia de Lugo. De hecho, en 1919, la de Lugo fue la segunda más afectada de España por gripe, con cifras próximas a Madrid: 1092 fallecidos en Lugo frente a 1477 en Madrid, y por encima de las 494 de Ourense, las 388 de A Coruña o las 184 de Pontevedra. Si bien es cierto que estas cifras hay que tomarlas con cautela por la más que posible omisión de fallecimientos y de su causa por mor del desbordamiento del momento y de la imposibilidad de achacarlo a la gripe, no deja de ser señal del impacto que tuvo la enfermedad en la provincia. Muestra de esa dificultad de diagnóstico y de un registro actualizado y sin duplicaciones es el baile de cifras del número de fallecidos por gripe en el mes de octubre proporcionado por el Instituto Geográfico y Estadístico: las aportadas en enero de 1919 nos situaron en 79 484, mientras que la cifra reflejada en el Anuario Estadístico de 1918 es de 71 504.
En el municipio de Chantada, la población decayó de 15 010 habitantes en 1910 a 13 541 en 1920. No significa que la diferencia fuesen los muertos por la epidemia de gripe de 1918, sino que la epidemia tuvo un intenso impacto en la estructura demográfica que no consiguió estabilizarse ni recuperarse a corto plazo: en 1930, la población seguía estando por debajo de los 15 000 habitantes.
También Carballedo tuvo un descenso importante en sus habitantes: de 9068 en 1910, tras la gripe se pasó a 8234. Ahora bien, al partir de un monto de población más reducido y al tener una dedicación agraria mayor, la recuperación fue más fácil y ya en los censos de 1930 había recuperado los 9000 habitantes. Pantón apenas perdió población, ya que pasó de 12 407 habitantes en 1910 a 12 279 en 1920. Mas, al contrario que Carballedo, no hubo recuperación demográfica a largo plazo, ya que la caída demográfica fue la tendencia constante hasta la actualidad, con un único período de incremento en la década 1930-1940.
Taboada, por contra, fue de las que menos sufrió la epidemia y sus consecuencias demográficas, incluso aumentó ligeramente su población: 7821 habitantes en 1910 y 7904 en 1920. Además, resulta sorprendente porque la década anterior, 1900-1910, había sido de descenso de población. Semejante situación se dio en O Saviñao que incrementó sus efectivos demográficos en unas 70 personas en esa década, al pasar de 11 138 habitantes en 1910 a 11 207 en 1920.
Estas cifras muestran que, al igual que en el resto de España, las zonas más afectadas fueron las que presentaban características urbanas en el sentido de aglomeración de población. Sería necesario, además, analizar el reparto de la población en función de la edad, ya que la recuperación demográfica era más complicada y requería más tiempo en aquellas zonas en las que la letalidad de la epidemia había afectado a los habitantes en edad fértil.
No es posible tratar la gripe de 1918 en la zona de Chantada sin citar a don Benigno Ledo, conocido como o cura das abellas. En 1919, se le concedió la cruz de Beneficencia de primera clase «por las muestras de sacrificio y abnegada caridad cristiana que durante la última epidemia gripal dio». Según el periódico, fue propuesto por el ayuntamiento de Chantada «a petición del vecindario». Condecoración que le impuso don Leonardo Rodríguez tras la procesión de las fiestas del Carmen de 1920.
La epidemia de gripe de 1918 y la epidemia actual no solo coincidieron en mostrar a los héroes que estuvieron en primera línea de trabajo, sino que también hubo quien aprovechó la situación para sacar su vena más imaginativa y picaresca. Diferentes comercios de géneros diversos aprovecharon el tema de la epidemia para sacar mayor rendimiento. Así, en El Ideal Gallego podían leerse anuncios que afirmaban que «para combatir la epidemia reinante […] no hay como abrigarse con los gabanes» que vendía cierta sastrería. Otros anuncios emulaban a los artículos periodísticos para divulgar la venta de productos farmacéuticos como la antiseptina, la cual indicaban como beneficiosa para los problemas intestinales que se sufrían tras la epidemia, o el Jerez Quina, presentado como «el mejor desinfectante y al mismo tiempo aperitivo».
De igual modo y salvando las distancias, la sociedad actual y la sociedad de hace un siglo siguen manteniendo ciertos elementos de fondo innatos a la naturaleza humana que facilitan la creencia en remedios milagrosos. Según los medios, los vecinos de las zonas limítrofes con Portugal estaban asustados porque existía el rumor de que allí, además de la gripe, estaban sufriendo también la epidemia de la viruela, el tifus y el cólera. Si bien existían conatos de estas enfermedades en el país vecino, respondían a brotes semejantes a los que podía haber en la época en Galicia. Entre los remedios que se propalaron como efectivos estuvo la quinina y el yodo, producto este último que quedó a partir de entonces en muchos hogares para ser empleado para maquillarse aclarando la piel.
A inicios de 1920, la situación parecía estar normalizada hasta el punto de que los propios medios, tan recargados en la estilística de sus relatos en esta época, abordaban el tema con un ligero tono humorístico con este tema. En el diario La Integridad, del 18 de enero de dicho año, escribían: «También por aquí la gripe, aunque benigna, anda a caza de parroquianos, obligándolos a guardar cama unos cuantos días. Mal por mal, más nos molesta la visita de la gripe que la de los políticos. A estos se les engaña; a la otra… sólo con caldos».