Curiosidades históricas: el origen del boicot
Un artículo sobre la lucha del campesinado por sus derechos.
En la Irlanda de finales del siglo xix, la vida de los campesinos arrendatarios de los terratenientes era muy dura. Los nobles eran el brazo legislativo de sus tierras y ejercían una presión brutal sobre sus aparceros, exigiéndoles precios cada vez más altos por la tierra o amenazándolos con rescindir su contrato si no pagaban hasta el último penique.
Como brazo ejecutor, disponían de hombres, generalmente sin escrúpulos, que ocupaban el puesto de capataz de sus aparcerías. Si bien todos eran duros con los arrendatarios, entre ellos sobresalió Charles Cunningham Boycott, que entró al servicio del conde de Erne en 1880, en el condado de Mayo. Este británico trataba a los campesinos con tanta crueldad que, en sus primeros meses en el puesto, un grupo se negó a entregar la renta anual aduciendo que ya era bastante pago tener que agasajar con sus propios alimentos, obligatoriamente, al capataz y al conde. Boycott era el prototipo de hombre que, además de realizar su trabajo, ejercía de cacique, de tal manera que no era bien recibido en ningún lugar del condado, en el que, en poco tiempo, nadie quería pagar sus rentas.
Puesto que la mayoría de sus arrendatarios eran católicos, Boycott tuvo la «brillante» idea de desahuciarlos a todos y llevar campesinos protestantes del Úlster, porque estaba convencido de que el protestantismo inspiraba el sentido del trabajo duro y la sumisión para con los superiores más que el catolicismo. Aun así, necesitó a la Policía Real para poder cosechar los frutos de su decisión en buenas condiciones, pues ni protestantes ni católicos estaban dispuestos a aguantar su crueldad.
Sin embargo, Boycott había ido demasiado lejos y el propio ejército de policía inglés se encargó de trasladarlo para intentar poner paz en el condado de Mayo, pero las noticias corrían rápido por Irlanda y ningún campesino lo quería como capataz, ni tampoco comprarle o venderle ningún tipo de producto. Su fama llegó tan lejos que en noviembre de 1880 el periódico londinense The Times acuñó el término boycotting —boicotear—, tanto para definir la acción de aquellos campesinos irlandeses que solo querían trabajar y vivir como para, en adelante, ser empleado con el significado que hoy conocemos.
Es cierto que la actitud de Charles Cunningham Boycott excedió a la de la mayoría de los capataces con los que los nobles controlaban sus tierras, pero también que la mayoría de esos terratenientes tenían a sus arrendatarios en condiciones de semiesclavitud. El boycotting del condado de Mayo prendió una mecha que tardó años en apagarse; se extendió por la isla y más arrendatarios usaron esa estrategia contra la nobleza para mejorar sus condiciones de vida. La siembra se hacía en las condiciones marcadas por el dueño de las tierras, pero la cosecha se boicoteaba para negociar las rentas. Por su parte, el Parlamento de Londres exigía cada vez más tributos a los nobles de Irlanda para poder batallar en sus múltiples guerras decimonónicas.
La gota que colmó el vaso fue el estallido de la Primera Guerra Mundial, durante la cual, aparte de subir los impuestos a los nobles, el Imperio británico organizó levas forzosas en Irlanda, después de haber prometido no hacerlo. Este hecho elevó la tensión hasta tal punto que a la rebeldía de los aparceros se sumó la de una parte de los terratenientes, que veían cómo se incrementaban sus tributos mientras descendía su mano de obra. Esto desembocó en el inicio de la Guerra de Independencia irlandesa, tan solo treinta y nueve años después del surgimiento del boycotting, la cual culminó con una partición de la isla: una gran Irlanda independiente y el Úlster protestante en el norte, que seguiría bajo el dominio del imperio.
Más allá del origen de un término que ha dado un giro de ciento ochenta grados en su acepción inicial, puesto que actualmente son las industrias las que boicotean a los campesinos, este trozo de historia pone de manifiesto, una vez más, que el poder solamente reside donde cree la mayoría, no donde unos pocos nos dicen que está. Los campesinos irlandeses creyeron en su poder, y así lo ejercieron para ganar algo más que una miserable mejora en las rentas que debían pagar.