El caballo y el olivo — Omnivoraz

El caballo y el olivo

Una leyenda sobre el origen del nombre de Atenas.

Cuenta una vieja leyenda que en la antigua Atenas, mucho antes de que los grandes filósofos pisaran sus calles, tantos años atrás que la propia ciudad aún no tenía nombre, dos dioses se disputaban ser el protector y dueño de esta urbe del Ática.

Atenea y Poseidón paseaban entre los mortales, hablando con ellos e intentando ganarse su aprecio, pero esta competición entre ambos provocaba enfrentamientos entre los hombres y terribles discusiones en el Olimpo. Pasado un tiempo, y viendo la situación, Zeus decidió intervenir. Reuniendo a Poseidón y a Atenea con los habitantes de la urbe, llegaron a un acuerdo: cada uno de los dioses crearía algo útil para la vida de los hombres, y estos, tras recibir esos dones divinos, serían los que, junto con Zeus, escogerían al dios que mejor regalo les diese.

Transcurridos unos meses, llegó el día señalado por Zeus para la presentación de los regalos. En primer lugar, Poseidón les mostró un precioso corcel negro que resplandecía con la luz del sol y les dijo: «Esto es un caballo. Podréis montarlo para desplazaros más rápido; tirará de vuestros carros; os aliviará en las tareas del campo; será un arma muy importante en la guerra; e, incluso, podréis comer su carne, pues no es semejante a ninguna que hayáis probado». Mujeres y hombres allí presentes estallaron de júbilo al escuchar estas palabras. Parecía que ya estaban decididos a que su ciudad fuese bautizada con el nombre de Poseidón, cuando intervino Zeus: «A pesar de que el presente de Poseidón es espectacular, debemos escuchar también a Atenea».

Dando un paso adelante, la diosa sacó de su bolsa una pequeña y retorcida rama de un árbol desconocido, con pequeñas hojas verdes y aspecto frágil, y se dirigió al gentío: «Esto es un olivo. Os hará trabajar duro para cuidarlo; no podréis llevarlo a la guerra, pues de nada os serviría; no se moverá, pero sus raíces lo alimentarán durante cientos de años; os dará aceitunas muy sabrosas para comer, y de ellas podréis extraer aceite con el que mejorar vuestra alimentación y vuestra salud. Si lo cuidáis bien, ese aceite os transformará en grandes comerciantes, pues no habrá pueblo en el mundo que no lo desee, y de ese comercio obtendréis grandes beneficios. Pero lo más importante es que podréis usarlo para alumbrar vuestras noches en las casas y, sobre todo, en el camino, de manera que, cuando os encontréis en una encrucijada, su luz os iluminará el camino correcto». Se hizo el silencio, el propio Zeus quedó maravillado y la votación fue unánime.

Así fue cómo, desde aquel momento, la ciudad recibió el nombre de Atenas y, gracias al olivo, también se hizo un nombre en el mundo.